domingo, 26 de diciembre de 2021

Pañales e incomprensiones, más que cava y turrón

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Dejando espacio a la adoración, coloreado por la música de algún villancico con olor a oveja, Él inicia su misión: no hay tiempo que perder aquí abajo en la tierra. Urge comenzar la construcción de un camino que reconduzca los pasos de los hombres hacia allí donde reina la nostalgia de una casa abandonada. Como uno de nosotros, esta mañana: también Él un hijo que hace las maletas y se aleja de casa. Y ellos dos, María de Nazaret y José hijo de David, como cualquier pareja de hoy en día, siguiendo el sueño de un Hijo que no encaja ya con sus sueños: “ellos no comprendieron sus palabras”. Un puñado de estrellas y algún que otro regalo que les llevaron los últimos de la historia, y ya entre las paredes de la casa de Nazaret se respira la crisis: “angustiados, te buscábamos”. Ni los santos entienden a los santos: perfectos padres en medio de la incomprensión de un Hijo para el cual ya le queda pequeña la puerta de casa. Son como profetas visitados por presencias angélicas; sin embargo ellos no entienden lo que está sucediendo en su vida de casados. 
 
Y no obstante no se rinden, sabían que tenían que afrontar a un hijo diferente de los otros niños y piden explicaciones: ¿Por qué nos has hecho esto?
 
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Preguntan con las mismas preguntas de las mujeres y los hombres de todos los tiempos: con ellos comparten la angustia de no entender la melancolía de la incomprensión, el hecho de que los hijos no son jamás hijos propios sino hijos de un cielo que pide espacio a un vientre para hacerles nacer para después dejarles libres para levantar el vuelo. En aquella petición de libertad entre los muros de Nazaret ellos interrogan  -como es lícito que hagan-  pero lo hacen con un diálogo tranquilo, sobrio y amoroso  que da por hecho el recibir una respuesta incomprensible. Tal como sucederá en poco tiempo: “¿No sabíais que debía ocuparme de las cosas de mi Padre?
 
Ellos preguntan  y Él responde, con aquel tono amoroso y la inspiración de un Hijo que no se marcha  por repudiar los afectos, sino para encender por doquier el sabor de la vida: escucha, pregunta y responde. 
 
Y esa mañana de plena crisis en la familia de Nazaret se convierte en el alfabeto de la comunión para las casas de este mundo. Cada cual siguiendo la propia estrella: no se perderán porque en el fondo de ellos habita una profecía, quizás un fragmento de sueño. Y los sueños sólo son pequeños sueños y las revelaciones sólo pequeñas revelaciones. Porque ésta es la estrategia del Eterno en las pequeñas pruebas: hay la luz suficiente para dar el primer paso, la luz necesaria para la primera noche, la que basta para partir. Después Dios condenará el enfrentamiento: volverá junto a cada paso de la vida para asegurar que se custodia una profecía incluso en la crónica más negra. Incluso en medio de la oscuridad del Calvario.  

Lo escribía Guareschi, en su “Diario clandestino” mientras permanecía internado en el lager de Sandbostel en el norte de Alemania:
 
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“Señora Alemania, tú me has encerrado entre alambre de púas y haces guardia para que yo no salga. Es inútil, señora Alemania: yo no salgo pero entra quien quiere. Entran mis afectos, entran mis recuerdos. Y esto no es nada, señora Alemania: porque entra también el buen Dios y me enseña todas las cosas prohibidas por tus reglas. 

Señora Alemania: tú rebuscas en mi bolsa y revuelves entre las pajas de mi camastro. Es inútil, señora Alemania: tú no puedes encontrar nada y en cambio allí están escondidos documentos de esencial importancia. Los planos de mi casa, mil imágenes de mi pasado, el proyecto de mi futuro.

Y esto no es nada, señora Alemania: Porque hay un gran mapa topográfico a escala 25.000 en el cual está señalado, con extrema precisión, el punto en el que podré reencontrar la fe en la justicia divina.
 
Señora Alemania, tú te inquietas conmigo, pero es inútil. Porque el día en el que presa de la ira harás alboroto con alguna de tus mil máquinas y me echarás al suelo, verás que de mi cuerpo inmóvil se levantará otro “yo”, más hermoso que el primero. Y no podrás ponerle una placa al cuello porque volará alto, más allá de la alambrada. Y si te he visto no me acuerdo. 
El hombre está hecho así, señora Alemania: por fuera es una cosa muy fácil de controlar, pero dentro hay otro y únicamente lo controla el Padre Eterno. Y ésta es la jugarreta para ti, señora Alemania”  (Diario Clandestino de Giovanni Guareschi) 
 
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El Niño y los suyos: el tiempo para intercambiarse una mirada recíproca y vuelven juntos a Nazaret. De la misma manera que juntos fueron a Jerusalén y juntos habían buscado al Hijo. Porque en la Escritura nos perdemos juntos y juntos nos encontramos: es siempre juntos que se abre el camino de la salvación. También Él, sin mueca de disgusto alguna “les estaba sometido”. Como todos los hijos de este mundo: treinta años para aprender el silencioso arte de convertirse en hombre, tres decenios de silencioso aprendizaje y de fiel pertenencia al linaje de papá. Seis lustros sin ningún acontecimiento prodigioso: un día allí obrará a regañadientes los milagros, siempre fuente de ambiguo reconocimiento y de alabanzas que le trastornarán. Él “crecía en sabiduría, edad y gracia, Ella “conservaba todas las cosas en el corazón”. Dos verbos en pretérito imperfecto: el largo tiempo de la espera y de las ansias y congojas, de las preguntas y de las partes, de los misterios y de la Cruz. 
 
En Nazaret vive lo cotidiano, en Jerusalén el Eterno: las cosas de Dios y las de la gente, las crónicas domésticas y el respiro de la Historia en mayúsculas, los treinta años de silencio y los tres de palabras sensatas. Dios también vivió entre platos, lavandería y reproches: y no hizo nada para evitarlos. Convencido como estaba de que nada de lo de aquí podía ser obstáculo en la ruta hacia el cielo. 

Semana del 27 de diciembre al 2 de enero.

 


Dena

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 20:00 horas.

Lunes: Por Robustiano Fariña Dopazo; Baldomero Padín Vázquez y esposa Cemelia.

Martes: Por Esther Pérez García.

Miércoles: Por Manuel Torres Touriño, esposa e hijo; Pastora Pombo Padín, padres y hermano Amador.

Jueves: Por Carmen Padín Vázquez, Alicia Gándara, esposo Rafael Basdedios y difuntos de la familia.

Viernes: A las 19:00 Misa a Santa Lucía.

Sábado: Solemnidad de Santa María Madre de Dios. Misa a las 12:30 por los participantes.

Domingo: Primera a las 9:00 por Aurora Insua Camaño, Lolita Camaño y difuntos de la familia; Isabel Martínez Acuña. Segunda a las 12:30 por Ángel Dopazo Castro, esposa Dolores Dadín y yerno Roberto.

 

Villalonga

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 19:00 horas.

Martes: Por Rosa Torres Bouzada y esposo Antonio, de Piñeiros; Elena Camiña Torres y esposo Juan; Antonio Estévez González.

Jueves: Por José Manuel Chan Padín; Mercedes Afonso Moldes, esposo Juan e hija Esther. Encarnación Moldes Méndez y esposo Manuel, do Freixo; Juan Ramón Lores Salgueiro y esposa Manuela, de Piñeiro; Alfonso Rey Carballa, esposo Dorinda, hijos Celso y Arturo; Raúl o Chichi y difuntos de la familia; a todos los Santos, una devota.

Sábado: Misa a las 11:00 por Rosa Modesta Radío Pérez y esposo Diógenes Garca Serén; Manuel Pardo Graña, Modesta Pérez Torres, esposo Benito Radío y Francisco Castro Radio.

Domingo: Por José Manuel Martínez Carballa e hijo José Martínez Troncoso; Tito Torres Otero.

domingo, 19 de diciembre de 2021

Isabel es nuestra madre y hermana


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Siempre me ha fascinado, en mi imaginación, el encuentro entre estas dos mujeres judías, una muy joven, la otra más avanzada en años, unidas por el parentesco, por el embarazo y por el extraordinario modo en que todo sucedió. El evangelio es a la vez rico en su descripción, pero parco en detalles, ya que dedica a este encuentro varios versículos (que  quedaron en el recuerdo de todos los creyentes a través de los siglos, muy especialmente el cántico de María), sobrevolando sobre los tres meses pasados ​​en que Isabel estuvo en compañía de María, en especial en el momento del nacimiento de Juan, al que suponemos que asistió María. 
 
¿Qué debieron decirse María e Isabel (además del "Magnificat" y un trocito del "Ave María") durante esos momentos que pasaron juntas? ¿Cómo comentaron entre sí lo que estaba ocurriendo "dentro" -no hay adjetivo más apropiado- de su historia personal?  ¿Qué debieron decir acerca de ese Dios que  se manifestaba  a ellas  y a sus maridos de manera tan especial?  Por cierto, según los Evangelios, de esos cuatro personajes, Isabel es la única que no recibe ninguna revelación divina sobre su maternidad; y sin embargo es la que más experimenta sobre sí misma la grandeza del poder de Dios, ya que es "vieja" y "estéril". Ella es la más tocada por el milagro, la más besada por la misericordia de Dios, y a pesar de que Dios no se lo haya revelado desde arriba, ni en sueños como a José ni en visión como a Zacarías, es “colmada por el Espíritu Santo” igual que María.

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Quizás es todo esto lo que la hace más cercana a nosotros: parte de aquella humanidad que sin aspavientos ni revelaciones de lo alto, sigue creyendo persistentemente, esperando contra toda esperanza, confiando sólo en la misericordia de Dios. Y esto, a pesar de todo. No deseo afirmar con esto nada en detrimento de la grandeza de la Madre de Dios o de las figuras de los justos José y Zacarías, pero Isabel tiene algo especial que hace que sea mucho más similar a nosotros. Es quizás lo ordinario de su vida cotidiana, de su existencia y de su manera de vivir la fe. Me enamora el ocultamiento que hace de su persona desde el momento en que descubre que está embarazada (según san Lucas, permaneció oculta cinco meses), su sentirse poca cosa o nada en comparación de su prima María, más joven. Esa actitud la transmitirá a su hijo Juan, que actuará de la misma manera en relación con el Mesías. Me gusta su testarudez e insistencia en permanecer fiel a las promesas de Dios en el momento en el que junto a su marido enmudecido porque es demasiado presuntuoso y desconfiado, deberá imponer el nombre al propio hijo contra el parecer de la tradición y la ley.
 
 
Es una mujer fuerte, valiente, tenaz, como tantas otras ensalzadas en la Sagrada Escritura, pero también silenciosa como tantas otras presentes en la historia de la humanidad, en todas partes y en todo momento, que sin hacer ruido a su alrededor han escrito páginas de vida vivida y de fe profesada. Ante ellas nos sentimos bien poca cosa. Entre éstas ponemos en la lista a muchas de nuestras madres y abuelas, mujeres que han experimentado el sufrimiento y el dolor en su propia carne, que siempre han contestado incluso cuando todo en torno a ellas decía no. ". Isabel es nuestra madre y nuestra hermana. Madre de aquella humanidad humilde pero amada y exaltada de tal modo por Dios, hasta el punto de considerarla el vértice más alto de la Creación (entre los nacidos de mujer no ha surgido uno mayor que Juan Bautista) y justo a causa de su humildad.  
 
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Por lo tanto, lo que importa en la vida no son las apariencias sino el ser;  lo que importa, delante de Dios, no es la imagen que damos de nosotros mismos en el mundo, tal vez camuflada tras del mito de la eterna juventud o una eficiencia total y absoluta. Cuenta la confianza incondicional en Él, para el que nada es imposible. 

Ciertamente Isabel también es imagen de una Iglesia de antigua tradición, curvada por el peso de los años y las propias fatigas, aparentemente incapaz de regenerarse y que mira con esperanza a las jóvenes Iglesias llenas de vitalidad, quizás de África o de América.  Pero no nos decepcionemos o desanimemos cada vez que tengamos la impresión de que nuestras iglesias se vacían, que nuestras comunidades envejecen, que nuestras actividades dan poco fruto: de Belén, la más pequeña de las ciudades de Judá, saldrá Aquel que será el dominador de Israel. Y cuando veamos los trazos de su semblante en el pesebre de Belén, el asombro y la maravilla invadirán aún más nuestros corazones