domingo, 6 de octubre de 2024

Lo que Dios ha unido que no lo separe el hombre

 


Con el evangelio de este domingo, Jesús continúa la serie de enseñanzas que ofrece a la multitud y a los discípulos sobre varias cuestiones y problemas que pueden presentarse en la vida y en la comunidad cristiana.
 
La ocasión se le presenta, en este caso, gracias a una pregunta-trampa de los fariseos sobre  si es lícito a un marido repudiar a la propia esposa. Que el repudio fuese admitido comúnmente por la legislación mosaica es cosa conocida. Sin embargo no había consenso en la interpretación de la expresión “si el marido ha encontrado en ella algo vergonzoso” (Deuteronomio 24,1).  Lo discutido pues, versaba sobre qué pudiera ser definido como tal, de manera que el marido escribiese un acta de repudio (acta de divorcio) y entregándosela en mano la echase fuera de casa.
 
Se enfrentaban sobre todo dos famosas escuelas rabínicas: la más rigorista, de Rabbí Shammai, que admitía la licitud del divorcio sólo en caso de adulterio de la mujer; y la más laxista, de Rabbí Hillel, que añadía al primer motivo cualquier otra cosa que pudiese desagradar al marido (p. ej. “que el hombre ya no encontrase nada de hermoso y agradable en ella” o también que la mujer no le cocina de la manera habitual o si se equivoca en el caldo o le quema una vianda. Incluso un defecto de la mujer, aunque fuese involuntario, o el aburrimiento de ver cada día la misma cara. Según otro maestro, el Rabbí Akkiba, una razón suficiente podría ser el haber encontrado una mujer más bella.
 
Pero por lo que sabemos, en aquella época concreta lo que la mayoría seguía era la enseñanza del gran Hallel y de su escuela, de modo que prácticamente no había mujer que pudiera evitar legalmente el acta de repudio.
 
 
Se dice que los fariseos, como en otras ocasiones, presentan esta pregunta a Jesús para ponerle a prueba, es decir para constatar de qué lado inclina la balanza o quizás incluso para que tome partido ante Herodes, que había repudiado a su primera mujer para casarse con Herodías, hecho fuertemente criticado por Juan Bautista. Si de hecho la ley consentía todo lo dicho, en cambio persistía en Israel una corriente profética que condenaba vivamente el divorcio. Véase Malaquías 2, 15-16: “¿No ha hecho el Señor un ser único, carne animada de vida? Y este ser único, ¿qué busca? Una descendencia divina. Respetad vuestras vidas y no seáis infieles a la esposa de vuestra juventud. Pues el que se divorcia de su mujer porque la odia -dice el Señor, Dios de Israel- cubre de violencia su vestido -dice el Señor todopoderoso-. Respetad vuestras vidas y no seáis infieles”
 
Pero Jesús, como otras tantas veces en las que se le implica en un debate, supera el callejón sin salida del legalismo. No responde directamente a la pregunta, señala que la prescripción del Deuteronomio fue necesaria por la dureza del corazón de los hebreos, expresión clásica del Antiguo Testamento para indicar la insensibilidad de la conciencia, la fragilidad pecadora, la obstinada infidelidad a Dios. “Al principio de la Creación, Dios los creó hombre y mujer…y los dos serán un sola carne…no separe el hombre lo que Dios ha unido”
 
He aquí pues la respuesta de Jesús: Él recupera el proyecto originario del Creador, admirablemente descrito en la primera lectura de este domingo, del libro del Génesis. Para superar la soledad del hombre, el Señor Dios crea un ser diferente a todos los otros, sacado de la carne misma de Adán. Existe pues una nexo profundo entre ambos, que los diferencia tanto del mundo animal como del divino, pero que al mismo tiempo los une en un modo del todo peculiar, de manera tan fuerte que cuando Dios conduce a la mujer al hombre, éste manifiesta un estupor gozoso porque reconoce en ella una parte de sí mismo, de su misma naturaleza, diferente de la de los animales, y en el encuentro nace también la posibilidad de la comunicación. Por vez primera Adán habla.
 
 
“Por ello –prosigue el texto del Génesis citado por Jesús- el hombre abandonará a su padre y a su madre y se unirá a su mujer y serán los dos una sola carne”. Subrayemos que los dos verbos hebraicos usados para indicar la unión entre el hombre y la mujer no significan únicamente la unión sexual, sino mucho más: hablan de una adhesión a la persona plena, en una relación de amistad y solidaridad: es la reciproca donación total, hasta formar una sola cosa, una sola persona, una unidad que no se extinguirá ni con la muerte, porque “ el amor es más fuerte que la muerte” (Cant. 8,6)
 
Jesucristo en su respuesta había citado también el Génesis 1,27 (Dios creo al hombre a su imagen, hombre y mujer los creó) es decir que la pareja humana en cuanto tal es imagen de Dios, y en su naturaleza expresa incluso aquella realidad de la alianza que es el don más grande hecho por Dios a los hombres. La voluntad creadora de Dios a la que Jesús se refiere es crear al hombre a su imagen como varón y mujer, y fundar por tanto la unidad indisoluble del matrimonio: “Así pues, no separe el hombre lo que Dios ha unido”
 
Esta es la visión del matrimonio que la comunidad de los orígenes había deducido de la enseñanza del Señor y que la diferenciaba netamente del judaísmo. Esta es la doctrina que la Iglesia posteriormente siempre ha anunciado. Es natural que nos preguntemos como volverla a proponer hoy, en una sociedad en la que en las últimas décadas tanto los divorcios como las separaciones han aumentado vertiginosamente. Y donde apenas un 10% de los europeos han declarado estar de acuerdo con las enseñanzas de San Juan Pablo II sobre la negatividad del divorcio.
 

Una respuesta la podemos encontrar en la misma página evangélica. Notemos que la enseñanza sobre el matrimonio, Jesús no la imparte ni en la primera predicación en Galilea ni en medio de las controversias con los fariseos, sino únicamente a partir del momento en el que Él es reconocido como Mesías, como Hijo del Hombre llamado a una entrega de sí mismo hasta la cruz. Esto es como decir que esta enseñanza se inserta en la global propuesta de la vida cristiana, que implica dificultades, sufrimientos y “cruces”. En el caso específico de los cónyuges, éstas consisten en el esfuerzo constante por encontrar vías de entendimiento, comprensión y disponibilidad del uno hacia el otro; volver a empezar cada vez que algo se tuerce o incluso se rompe.
 
Pero Cristo continuamente ha prometido permanecer junto a nosotros, con su gracia y con el don de su Espíritu. Jesús hizo su primer milagro en Caná para salvar la felicidad de aquellos esposos. Cambió el agua en vino y al final  estuvieron de acuerdo en afirmar que el vino servido por último era el mejor. Jesús hoy está dispuesto, si es invitado a la boda, a obrar de nuevo este milagro y a hacer que el vino último -el amor y la unidad de los años de la madurez y la ancianidad- sea aún mejor que el de la primera hora. 

Semana del 7 al 13 de octubre

 

Dena

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 20:00 horas.

Lunes: A la Virgen del Rosario a intención de un devoto. Rogelio Esperón Lores; Modesta Camiña Dopazo, hijos y difuntos de la familia.

Martes: Ramón Sineiro Radío; José Méndez Torres, padres y hermanos.

Miércoles: A las 19:00 primer Aniversario de Ramiro García Fariña; a las 20:00 Misa por Modesto Lobato Outón y sus padres; Dolores Varela Castro; Miguel Otero Ruso y difuntos de la familia.

Jueves: Juanita Cacabelos Vidal; Teresa Cacabelos Vidal.

Viernes: No habrá Misa. A las 20:30 Reunión de Catequistas.

Sábado: Manuel Padín Suárez; Manuel Salgueiro Torres; Esperanza Varela Minguillo, hijos Carmen y José. Luis Minguillo Outón, hijo Luis y difuntos de la familia.

Domingo: Primera a las 9:00 por la Parroquia. Segunda a las 12:00 por las intenciones de Arteaga Gómez de la Vega, Alberto, José María Ariza y difuntos de la familia García San Miguel.

 

Villalonga

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 19:00 horas.

Martes: Por Manuel Fernández Garrido y sus padres Manuel y Candida.

Viernes: A las 18:00 primer aniversario de Modesta Pombo Padín.

Sábado: Josefa Caneda Bande; Cándido Fernando Oubiña Radío y Manuel Vidal Dadín, do Freixo.

Domingo: Misa a las 11:00 por Manuel Souto Torres, esposa Carmen e hijo Moisés.

domingo, 29 de septiembre de 2024

Abusivo o persona conforme

 

 
Este domingo proseguimos el camino del domingo pasado. Las lecturas son fuertes, especialmente la carta de Santiago, y es necesario ir digiriendo el mensaje, que vayan haciendo efecto, un poco como una medicina que desinfecta y cura. Dejemos claro que lo que cura no es la dureza, en realidad, de tonos fuertes y extremos nos alimentamos cada día. Pero las cuestiones ante las que el Evangelio nos sitúa  no las podemos contestar con respuestas de manual, como cuando éramos niños y contestábamos las preguntas del catecismo.
 
Hoy la Palabra de Dios nos dice: ¿Tú a quien perteneces? ¿Qué te hace discípulo de Cristo? La respuesta adecuada, pero ciertamente reductiva es: mi bautismo. Enriqueciéndola un poco podríamos añadir que también todos los demás sacramentos, y aquel poquito de buenas obras que hemos hecho hasta este momento. En el fondo no somos mala gente: este es el pensamiento de los discípulos. De esta manera es más fácil entender el asombro de los discípulos y la cuestión que poco a poco aflora desde algún rincón del corazón o la mente: ¿por qué razón he hecho todo lo que he hecho hasta ahora si éste último que ha llegado me pasa por delante?
 
Entendámonos: este “exorcista abusivo” tampoco es que sea muy abusivo: expulsaba los demonios en nombre de Jesucristo. Esta expresión no indica simplemente una forma que pueda ser intercambiable (en ni nombre, en el de algún amigo, en el de alguna divinidad…) al contrario significa que con aquella persona que se invoca con el nombre existe una profundísima unión, es como decir que no soy yo el que habla sino el mismo Jesucristo. Es el Señor que explica que el carácter abusivo no consiste en el uso de su nombre sino en la auténtica adhesión o no, de cabeza, corazón y vida a Él. Paradójicamente los que corremos el peligro de ser abusivos somos nosotros y no aquel desconocido, porque nosotros pertenecemos oficialmente a Cristo, pero nos arriesgamos a que nuestra vida diga que actuamos en nombre de cualquier otro, quizás sencillamente el nuestro o el de nuestros deseos, caprichos o necesidades. Por esta razón el evangelio prosigue con el discurso de los “cortes”: ¿tú de quien eres, de quien llevas el nombre, cuál es tu camiseta? ¿De Cristo o de cualquier otra cosa?


Si te dieses cuenta de que te han etiquetado con un nombre diferente no te detengas a juguetear y divertirte con el hecho, se convertirá en una sanguijuela que te consumirá la vida. Los tres pedazos a cortar representan respectivamente: la mano es el obrar, el pie es el moverse hacia los hermanos, mientras el ojo es el juzgar/evaluar. Nuestro obrar, nuestro ir al encuentro de las necesidades del hermano y nuestro saber juzgar rectamente la realidad, todo ello debe ser en el nombre de Jesús, que es como decir que se pudiera sobreponerse nuestro modo y el suyo, de manera que quien se fijara en nosotros lo pudiera ver a Él (es por esta razón que después el demonio huye)
 
Los ricos, que Santiago bombardea con tanta fuerza, son aquellos (¡por los bajini podríamos decir que somos también nosotros!) que están llenos de sí mismos, de las propias ideas, de sus propios deseos desequilibrados, de tal forma que no dejan espacio a Cristo. Una escapatoria fácil sería pensar que los ricos en la Biblia se descubren con la Declaración de Renta. Nada más lejos de la realidad: son aquellos que están vacíos y que sacian el hambre de Dios con alguna otra cosa. Los hay que se centran en el dinero, o en los placeres terrenales, o se obsesionan con el poder y la fama. Es la misma enfermedad en versiones diversas. Ser pobre significa estar vacío, hambriento de Dios y capaz de dejar espacio a Él, relegando los deseos y compañía porque el primer puesto corresponde a Dios (…Yo soy el Señor tu Dios…)
 

La pregunta que nos es presentada aquí es como una pesada losa: ¿eres abusivo o eres una persona conforme? ¿Quién  te ve a ti consigue ver a Jesús? Conforme significa según la norma, quiere decir conforme a Cristo.
 
La segunda pregunta es: ¿por qué hago todo lo que hago? Esta aún es más poderosa e interpelante. Si pertenezco a Cristo tendría que poder decir que lo hago por el amor ilimitado al Padre que ama sin medida al hombre. Jesús en la última cena toma el pan que está a punto de partir (imagen verdadera de la cruz que pocas horas después iba a abrazar) y da gracias al Padre que le da la posibilidad de realizar esa entrega de sí mismo, ese don total, en favor de los hombres, de todos nosotros.
 
Entonces, ¿por qué hago lo que hago? ¿es Cristo quien vive en mí o me estoy comprando Su amor o el paraíso? ¿Abusivo o persona conforme pues?

Semana del 30 de septiembre al 6 de octubre

 

Dena

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 20:00 horas.

Lunes: Por Vicente Radío Domínguez.

Martes: Por Lino Besada Besada.

Miércoles: Por Pastora Pombo Padín y su padre Manuel Pombo.

Jueves: Por Carmen Dopazo Padín, esposo y difuntos de la familia.

Viernes: Por los enfermos y ancianos de la Parroquia.

Sábado: A las 10:30 primer Aniversario de Isaura Cacabelos Vidal. A las 20:00 Misa  por Alicia Melón Oubiña; Manuel Pérez Valladares; Pura Dopazo Dadín; Lola Méndez Arosa.

Domingo: Primera a las 9:00 por Aurora Insua Camaño, Lolita Camaño y difuntos de la familia; Isabel y Joaquín Martínez. Segunda a las 12:00 por José García Fernández; familia Arteaga Gómez de la Vega, Alberto, José María Ariza y difuntos de la familia García Sanmiguel.

Se ruega que el próximo domingo día 6, vengan todos los niños y adolescentes que participan en la catequesis para hacer las fichas. El día 13 tenemos que comenzar. Se piden voluntarios para dar catequesis. Es una tarea apasionante en la que los cristianos tenemos que participar. Gracias y os esperamos a todos.

 

Villalonga

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 19:00 horas.

Jueves: Por Oscar Buezas Pérez.

Sábado: A las 19:00 por Lola Leiro Méndez (de Piñeiros); Carmen González Cacabelos, esposo Antonio e hijos; Ernesto Barreiro Mouriño; A todos los Santos, una devota.

Domingo: Misa a las 11:00 de la mañana por Enrique González Caneda; María Soledad Dozo Chaves; Amelia Padín Míguez; Alfredo Lores Lores e hija María Esther; Julián Güimil e hija Carina; a la Virgen del Carmen, una devota.

domingo, 22 de septiembre de 2024

De los últimos nadie habla

 


“Si uno quiere ser el primero, que sea el último y el servidor de todos”. Son palabras que nos son muy familiares, que se han convertido casi en un eslogan en el mundo eclesiástico; las cantamos en la liturgia y nos sentimos buenos cuando las pronunciamos. Y también con estas sucede, como con las otras palabras, que contra más se repiten menos se comprenden en el sentido y lo que intentan decir en verdad; en una palabra, dejan de ser impactantes y revulsivas. Y así resulta que todos afirmamos que mandamos para servir y que todo lo que hacemos es para servir, o que el servicio es la estrella polar de nuestro obrar diario. Pero, ¿servir a quién? ¿A Cristo o a nosotros mismos? ¿Servimos a los demás o nos servimos de los demás? Servimos a Dios o usamos a Dios para nuestros fines, proyectos, ambiciones y propósitos?  ¿Vivimos, trabajamos, nos comprometemos para mayor gloria de Dios o para mayor gloria nuestra?
 
A menudo nos olvidamos que ser el último quiere decir precisamente ser último, es decir que todos te pasan por delante, absolutamente todos. Que quiere decir no sólo los excelentes, los que merecen pasar por delante, aquellos a los que tú estás dispuesto a cederles el lugar, sino también los que no lo merecen, los incapaces, los mediocres, los enchufados… Nosotros no somos tan arrogantes como para ocupar el primer lugar, estamos dispuestos a reconocer que otros lo merecen más que nosotros. Y hasta aquí todo va bien y es de justicia. Pero no acabamos de aceptar la realidad de que nuestro lugar es realmente el último. Esto sí que es difícil. ¿Ser el último, es decir, estar en segunda fila, incluso detrás de aquellos que no se merecen el primer lugar? ¿También último detrás de estos?
 
Aún más: pasándote por delante los deshonestos, aquellos a los que refiere la primera lectura de hoy, que ponen a prueba la honestidad del justo, con varios tipos de violencia física, moral o religiosa. ¿Acaso todo esto no es moneda corriente en la vida concreta de cada día? ¿Acaso no nos ha ya sucedido alguna vez, cuando hemos visto a alguna persona condenada al ostracismo, a la marginación, cuando hemos visto a gente arrinconada, superada por gente sin escrúpulos? ¿No hemos sufrido acaso cuando nos han privado del honor, de la alabanza, de aquel reconocimiento merecido y esperado? ¡Cuántas personas honradas y capaces han experimentado esto! ¿Vale la pena continuar manteniendo una rectitud que nadie aprecia y que Dios parece no recompensar, al menos momentáneamente?

 
Lo que el apóstol Santiago afirma hoy en su carta (“matáis, sois envidiosos y no acabáis de obtener; combatís y guerreáis”) parece una crónica de cualquier oficina o de muchos trabajos diarios en muchos ambientes. Matar significa que tu muerte es mi vida incluso cuando no lo es en el plano físico. Es decir quitarte a ti para ponerme yo, por envidia, es decir porque estoy convencido que lo que tienes tú me corresponde a mí, que me ha sido robado y que es justo que recupere. Por eso a menudo la vida parece una guerra de todos contra todos, en un proceso de autoafirmación. La solución es la eliminación del prójimo: si Caín consideraba que Abel era grato a los ojos de Dios, significaba que tenía que matarlo para quedar él solo. Si tenemos la valentía de realizar un examen de conciencia veremos claramente como la envidia sea una de las raíces más profundas del espíritu de rivalidad que infecta nuestra existencia.  Y está determinada por la percepción de una injusticia. O de un complejo de inferioridad que sólo puede menguar comparándonos con quien vale menos. En este sentido los discípulos discutían sobre quién era el mayor. Y la respuesta es obvia: yo.
 
 
En realidad las lecturas de este domingo nos colocan ante un problema profundísimo y no sólo de índole teórica: como me sitúo ante la injusticia, la rivalidad, la guerra que me declaran los demás. Por ello la respuesta de Jesús nos parece absurda: “El  Hijo del Hombre será entregado a manos de los hombres y lo matarán”. Sabiendo además que lo harán por envidia, por el entusiasmo que suscitaba entre las masas y el sentimiento de adhesión y simpatía que despertaba. Esa es la razón por la que los escribas y fariseos veían en Él no únicamente un competidor, sino alguien que minaba los cimientos de lo que enseñaban con sus discursos y palabras. Entonces ¿por qué te entregas? ¿Por qué no haces valer tus razones?  ¿O por qué razón no pactas con ellos ya que no puedes vencerlos y así te conviertes en uno de ellos, compartiendo también su poder y fama? ¿No será eso mucho mejor y te dará una vida más larga, tranquila y rentable?
 
Jesús poniendo ante los discípulos a un niño, se identifica con él: como un niño no tiene nadie que lo defienda, porque es pequeño y débil y su vida depende de un padre que lo acoja y lo tutele, lo alimente y lo defienda, así hace Él con Dios su Padre. Así dirá “Padre a tus manos encomiendo mi espíritu”. Porque se fía es como un niño, como un hijo. Precisamente el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios.
 
 
Jesús no rechaza la injusticia, la envidia, la iniquidad: la asume en sí mismo, físicamente, extinguiendo en él mismo la enemistad. La imagen es el golpe de lanza que traspasa su costado. Aquel golpe de lanza representa la iniquidad del mundo, simboliza a todos los aplastados por la injusticia, desde el justo Abel, a todos los “cristos” heridos en la historia. Su suerte humana esta resumida y asumida en el Justo, el único como tal, asesinado por nosotros en la Cruz: según sus mismas palabras el auxilio le vendrá del Padre, en la Resurrección. Los cielos nuevos y la tierra nueva no se encuentran únicamente en el más allá, sino también en el aquí y ahora, en el modo de vida de los hijos de Dios, en la verdad y la justicia de la fe, en la sabiduría que viene de lo alto, y no del mundo, y que es diferente de la sagacidad, y que rebosa paz, humildad, misericordia y buenos frutos, tal como leemos en Santiago, y que es denominada también “vida eterna” y que es la vida de verdad que se puede vivir ya desde ahora.
 

Podemos renunciar a tener cosas que nos corresponderían, a alabanzas que mereceríamos, a justos reconocimientos, no porque seamos superhombres, o para demostrar a los demás que podemos vivir sin muchas de las cosas que la gente considera como necesarias. Sino porque Jesús nos basta. Sólo Dios basta, decía Santa Teresa. Y aprenderlo y que nos baste es el resumen de toda la vida espiritual. Los adultos necesitan muchas cosas, al niño tiene suficiente con un padre. La cuestión es que nosotros ya no somos niños: en volvernos como niños nuevamente consiste el reto. La confianza en Dios, el abandono a Él, la mismísima oración confiada es un don de la infancia, que habitualmente no le sobrevive: una vez salidos de la infancia hay que esforzarse mucho para volver a entrar, como tras una noche surge una nueva aurora. Y quizás es inevitable atravesar la noche oscura de la injusticia humana, el frío de la hostilidad humana, de la plegaria que parece no atendida, para ver resurgir una nueva luz, cuando convertidos realmente en pobres, sólo Dios nos basta. Dios incluso sirviéndose de la injusticia nos enseña lo que a nosotros nos parece impensable: la felicidad de ser siervos y no amos, últimos y no primeros. Y si ser los últimos nos parece una pretensión altisonante, contentémonos a ser segundos, si ya somos primeros, o terceros, si somos segundos. Contentémonos al menos de un paso atrás. Por otra parte, los últimos son tan últimos que ni siquiera lo saben. Se han olvidado de sí mismos. Ya no viven por sí mismos, Cristo vive en ellos. De ellos nadie habla.

Semana del 23 al 29 de septiembre.


Dena

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 21:00 horas.

Lunes: A Santa Lucía, un devoto.

Martes: A Santa Lucía, un devoto.

Miércoles: Por Pilar Durán y esposo José Dopazo.

Jueves: Obligaciones del Celebrante.

Viernes: A la Virgen de la Merced, un devoto.

Sábado: A las 11:30 funeral de Exequias por Enrique García Pontes, fallecido en Vigo el día 15 de septiembre. Por Juan Poceiro Torres y esposa Carmen Radío Dadín; Modesto Sanmartín Arosa y difuntos de la familia.

Domingo: Primera a las 9:00 por la Parroquia. Segunda a la las 12:00 por Etelvino Dopazo Lores y sus padres; familia Arteaga Gómez de la Vega, Alberto, José María Ariza y difuntos familia García San Miguel.

 

Villalonga

Intenciones de las celebraciones Eucaristías. Durante la semana a las 20:00.

Jueves: A las 20:00 de la tarde por la Parroquia.

Sábado: A las 10:30 primer Aniversario de Pastora Otero Carballa. A las 20:00 Misa por Servando Padín Torres (de Piñeiros); Sara Méndez Carballa y esposo Fernando; Juan García Tacón y esposa María Bugallo Camiña; Ramón Padín Leiro; Pastora Prieto Otero, (Tuca); Pastora Padín Camaño; Jacinto Oubiña Radío, esposa, padres y hermanos; Luis Otero Fernández.

Domingo: Misa a las 11:00 por María Padín Caneda (da Salgueira); Carmen Poceiro Torres y esposo José Troncoso Padín; a la Virgen de los Milagros, una devota

lunes, 16 de septiembre de 2024

Domingo 24 del tiempo ordinario.

 

EL PODER DE DIOS ES UNA POTENCIA DE AMOR

  
El monte Hermón, llamado “los ojos de Israel”

En tiempos de Jesús, Cesaréa de Filipo era una residencia real donde, después de la muerte de Herodes el Grande, residió uno de sus hijos, precisamente Filipo que justamente gobernaba sobre toda Galilea. El lugar de hecho era muy rico en agua porque se encuentra en las estribaciones del monte Hermón, en la frontera entre Galilea y Siria que es donde hallamos todas las fuentes del río Jordán. Aquí existían templos con cultos paganos y un rico intercambio comercial.

Y es en este lugar internacional y público donde reside la autoridad civil que Jesús interroga a los discípulos sobre su identidad. Jesús era ciertamente una autoridad, porque hablaba con autoridad, y porque curaba a las personas y tenía poder sobre el mal. ¿Pero de qué tipo de autoridad se trata? Dicho en otras palabras, ¿de dónde le viene la autoridad y en resumidas cuentas, quién es Jesús?
 
 
El primer paso que Jesús pide hacer a sus discípulos es recoger las opiniones sobre Él. Puede ser Juan Bautista vuelto a la vida después de ser degollado por Herodes. Puede que quizás sea Elías, que según la creencia extendida y consolidada hasta los tiempos de Jesús, tenía que volver inmediatamente antes de la restauración definitiva del Reino de Dios. En ambos casos se trata del retorno de figuras proféticas, es decir, de figuras que poniéndose bajo o contra el poder real, representan la mismísima autoridad de Dios respecto a su pueblo. Jesús es percibido pues como un profeta, con una característica de más, debida al hecho que tanto Elías como Juan Bautista vuelto a la vida tenían que regresar al final de los tiempos para cumplir el juicio definitivo. Así pues, Jesús es según sus contemporáneos, un profeta que anuncia la inminente restauración del Reino de Dios en el final de la historia.

Pero Jesús pide a sus discípulos una respuesta personal: ¿Vosotros quien decís que soy yo? Tú eres el Cristo, responde Pedro. El Cristo, o sea, el Ungido del Señor, el Mesías esperado, no simplemente quien anuncia la restauración del reino de Dios, sino quien propiamente cumple tal misión. Pedro reconoce en Jesús la mismísima autoridad de Dios para poder cumplir la misión que Dios le confía.
 
Confesión de Pedro

Y sin embargo, ¿cómo cumplirá Cristo su misión? Si para Pedro, humanamente Cristo no puede ser sino un vencedor, porque comparte la potencia misma de Dios, para Jesús el cumplimiento de la misión salvífica pasa por el rechazo de su pueblo. Jesús sabe que un verdadero siervo del Señor no puede sino suscitar oposición y rechazo: si este es el destino sufrido por los profetas, tanto más será el destino del Mesías. Pero al final la mano del Señor estará junto a su Siervo, para hacerle vencer misteriosamente: es lo que Jesús anuncia como la resurrección del tercer día.  

La autoridad del Mesías Jesucristo no se manifiesta ahora en una potencia humana, como la del rey Herodes o del Imperio Romano, sino con una potencia de amor, capaz de acoger el mal para después transformarlo a través de un don que proviene de Dios mismo. A los ojos de los hombres, acostumbrados al mito Supermán, un buen superhéroe resuelve todas las situaciones con un buen par de músculos: pero esta es una caricatura del poder de Dios y del Mesías.
 
Destrucción de templos en Palmira
 
El poder de Dios es una potencia de amor, que no puede sino crear y no puede destruir. El poner la otra mejilla no es una demostración ideológica de superioridad espiritual, como si de un pacifismo a ultranza se tratase, sino el símbolo de un amor que proviene de Dios, y que otorga la fuerza y la fantasía para inventar respuestas que inviten a la paz, frente a la agresión y a la violencia. Pensemos solamente en los grandes conflictos político-religiosos de nuestro tiempo: cómo es fácil abandonarse a ese clima de enfrentamiento y violencia criticando aquel Islam ideológico que en nuestros días está destruyendo los monumentos de tantas poblaciones. Tanto Palmira como la residencia herodiana de Cesaréa de Filipo, nos pone ante la misma pregunta de Jesús: “¿Vosotros quién decís que soy yo? Tú eres el Cristo, aquel que seguimos por el camino de la humildad de la cruz, poder amoroso que transforma el mal con las energías gloriosas de la resurrección.

Nosotros los cristianos hemos de tener la fantasía para salir de los callejones del insulto y de la violencia y creer en el poder humilde del Mesías crucificado y Resucitado. La potencia de la Resurrección pasa a través de los caminos de la relación y de la amistad que se construyen con personas incluso de culturas y religiones diversas.