domingo, 26 de septiembre de 2021

¿ABUSIVOS O PERSONAS CONFORMES?

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Este domingo proseguimos el camino del domingo pasado. Las lecturas son fuertes, especialmente la carta de Santiago, y es necesario ir digiriendo el mensaje, que vayan haciendo efecto, un poco como una medicina que desinfecta y cura. Dejemos claro que lo que cura no es la dureza, en realidad, de tonos fuertes y extremos nos alimentamos cada día. Pero las cuestiones ante las que el Evangelio nos sitúa  no las podemos contestar con respuestas de manual, como cuando éramos niños y contestábamos las preguntas del catecismo.
 
Hoy la Palabra de Dios nos dice: ¿Tú a quien perteneces? ¿Qué te hace discípulo de Cristo? La respuesta adecuada, pero ciertamente reduccionista es: mi bautismo. Enriqueciéndola un poco podríamos añadir que también todos los demás sacramentos, y aquel poquito de buenas obras que hemos hecho hasta este momento. En el fondo no somos mala gente: este es el pensamiento de los discípulos. De esta manera es más fácil entender el asombro de los discípulos y la cuestión que poco a poco aflora desde algún rincón del corazón o la mente: ¿por qué razón he hecho todo lo que he hecho hasta ahora si éste último que ha llegado me pasa por delante?
 
Entendámonos: este “exorcista abusivo” tampoco es que sea muy abusivo; expulsaba los demonios en nombre de Jesucristo. Esta expresión no indica simplemente una forma que pueda ser intercambiable (en ni nombre, en el de algún amigo, en el de alguna divinidad…) al contrario significa que con aquella persona que se invoca con el nombre existe una profundísima unión, es como decir que no soy yo el que habla sino el mismo Jesucristo. Es el Señor que explica que el carácter abusivo no consiste en el uso de su nombre sino en la auténtica adhesión o no, de cabeza, corazón y vida a Él. Paradójicamente los que corremos el peligro de ser abusivos somos nosotros y no aquel desconocido, porque nosotros pertenecemos oficialmente a Cristo, pero nos arriesgamos a que nuestra vida diga que actuamos en nombre de cualquier otro, quizás sencillamente el nuestro o el de nuestros deseos, caprichos o necesidades. Por esta razón el evangelio prosigue con el discurso de los “cortes”: ¿tú de quien eres, de quien llevas el nombre, cuál es tu camiseta? ¿De Cristo o de cualquier otra cosa?

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Si te dieses cuenta de que te han etiquetado con un nombre diferente no te detengas a juguetear y divertirte con el hecho, se convertirá en una sanguijuela que te consumirá la vida. Los tres pedazos a cortar representan respectivamente: la mano es el obrar, el pie es el moverse hacia los hermanos, mientras el ojo es el juzgar/evaluar. Nuestro obrar, nuestro ir al encuentro de las necesidades del hermano y nuestro saber juzgar rectamente la realidad, todo ello debe ser en el nombre de Jesús, que es como decir que se pudiera sobreponerse nuestro modo y el suyo, de manera que quien se fijara en nosotros lo pudiera ver a Él (es por esta razón que después el demonio huye)
 
Los ricos, que Santiago bombardea con tanta fuerza, son aquellos (¡por lo bajini podríamos decir que somos también nosotros!) que están llenos de sí mismos, de las propias ideas, de sus propios deseos desequilibrados, de tal forma que no dejan espacio a Cristo. Una escapatoria fácil sería pensar que los ricos en la Biblia se descubren con la Declaración de Renta. Nada más lejos de la realidad: son aquellos que están vacíos y que sacian el hambre de Dios con alguna otra cosa. Los hay que se centran en el dinero, o en los placeres terrenales, o se obsesionan con el poder y la fama. Es la misma enfermedad en versiones diversas. Ser pobre significa estar vacío, hambriento de Dios y capaz de dejar espacio a Él, relegando los deseos y compañía porque el primer puesto corresponde a Dios (…Yo soy el Señor tu Dios…)

La pregunta que nos es presentada aquí es como una pesada losa: ¿eres abusivo o eres una persona conforme? ¿Quién  te ve a ti consigue ver a Jesús? Conforme significa según la norma, quiere decir conforme a Cristo.
 
La segunda pregunta es: ¿por qué hago todo lo que hago? Esta aún es más poderosa e interpelante. Si pertenezco a Cristo tendría que poder decir que lo hago por el amor ilimitado al Padre que ama sin medida al hombre. Jesús en la última cena toma el pan que está a punto de partir (imagen verdadera de la cruz que pocas horas después iba a abrazar) y da gracias al Padre que le da la posibilidad de realizar esa entrega de sí mismo, ese don total, en favor de los hombres, de todos nosotros.
 
Entonces, ¿por qué hago lo que hago?, ¿es Cristo quien vive en mí o me estoy comprando Su amor o el paraíso? ¿Abusivo o persona conforme pues?

Semana del 27 de septiembre al 3 de octubre.

 


Dena

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 21:00 horas.

Lunes: Por Juan, Julián, Lucía y difuntos de la familia. Alberto y Esperanza.

Martes: Familia Arteaga Gómez de la Vega.

Miércoles: A las 19:00 primer Aniversario de Moisés Troncoso Piñeiro. A las 21:00 Misa por Clotilde Fariña García, esposo, hija y nieta.

Jueves: No habrá Misa.

Viernes: Por Palmira Dozo Fontán.

Sábado: Por Juan Poceiro Torres, esposa Carmen Radío Dadín, Lola Méndez Arosa, Pastora Pombo Padín y su padre Manuel Pombo.

Domingo: Primera a las 9:00 por Aurora Ínsua Camaño, Lolita Camaño y difuntos de la familia. Segunda a las 12:00 por Javier Afonso Camiña y sus abuelos. Familia Arteaga Gómez de la Vega.

 

Villalonga

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 20:00 horas.

Martes: Por Elena Camiña Torres y esposo Juan; Antonio Estévez González.

Jueves: Por Águeda Fontán Camiña y esposo Tito; José Manuel Chan Padín; Modesta Gómez Otero.

Sábado: A las 10:30 primer Aniversario de Eugenia Domínguez Otero. A las 20:00 Misa por Ramón Padín Leiro, Jacinto Oubiña Radío y hermano Darío, José do Novello, Elisa Buezas Bouzada, Juan López Piñeiro y esposa Rosa.

Domingo: Misa a las 11:00 de la mañana por Carmen Poceiro Torres, esposo José Troncoso Padín y su hija Esther, da Vichona.

domingo, 19 de septiembre de 2021

DE LOS ÚLTIMOS NADIE HABLA

 



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“Si uno quiere ser el primero, que sea el último y el servidor de todos”. Son palabras que nos son muy familiares, que se han convertido casi en un eslogan en el mundo eclesiástico; las cantamos en la liturgia y nos sentimos buenos cuando las pronunciamos. Y también con estas sucede, como con las otras palabras, que contra más se repiten menos se comprenden en el sentido y lo que intentan decir en verdad; en una palabra, dejan de ser impactantes y revulsivas. Y así resulta que todos afirmamos que mandamos para servir y que todo lo que hacemos es para servir, o que el servicio es la estrella polar de nuestro obrar diario. Pero, ¿servir a quién? ¿A Cristo o a nosotros mismos? ¿Servimos a los demás o nos servimos de los demás? Servimos a Dios o usamos a Dios para nuestros fines, proyectos, ambiciones y propósitos?¿Vivimos, trabajamos, nos comprometemos para mayor gloria de Dios o para mayor gloria nuestra? 
 
A menudo nos olvidamos que ser el último quiere decir precisamente ser último, es decir que todos te pasan por delante, absolutamente todos. Que quiere decir no sólo los excelentes, los que merecen pasar por delante, aquellos a los que tú estás dispuesto a cederles el lugar, sino también los que no lo merecen, los incapaces, los mediocres, los enchufados… Nosotros no somos tan arrogantes como para ocupar el primer lugar, estamos dispuestos a reconocer que otros lo merecen más que nosotros. Y hasta aquí todo va bien y es de justicia. Pero no acabamos de aceptar la realidad de que nuestro lugar es realmente el último. Esto sí que es difícil. ¿Ser el último, es decir, estar en segunda fila, incluso detrás de aquellos que no se merecen el primer lugar? ¿También último detrás de estos?
 
Aún más: pasándote por delante los deshonestos, aquellos a los que refiere la primera lectura de hoy, que ponen a prueba la honestidad del justo, con varios tipos de violencia física, moral o religiosa. ¿Acaso todo esto no es moneda corriente en la vida concreta de cada día? ¿Acaso no nos ha ya sucedido alguna vez, cuando hemos visto a alguna persona condenada al ostracismo, a la marginación, cuando hemos visto a gente arrinconada, superada por gente sin escrúpulos? ¿No hemos sufrido acaso cuando nos han privado del honor, de la alabanza, de aquel reconocimiento merecido y esperado? ¡Cuántas personas honradas y capaces han experimentado esto! ¿Vale la pena continuar manteniendo una rectitud que nadie aprecia y que Dios parece no recompensar, al menos momentáneamente?

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Lo que el apóstol Santiago afirma hoy en su carta (“matáis, sois envidiosos y no acabáis de obtener; combatís y guerreáis”) parece una crónica de cualquier oficina o de muchos trabajos diarios en muchos ambientes. Matar significa que tu muerte es mi vida incluso cuando no lo es en el plano físico. Es decir quitarte a ti para ponerme yo, por envidia, es decir porque estoy convencido que lo que tienes tú me corresponde a mí, que me ha sido robado y que es justo que recupere. Por eso a menudo la vida parece una guerra de todos contra todos, en un proceso de autoafirmación. La solución es la eliminación del prójimo: si Caín consideraba que Abel era grato a los ojos de Dios, significaba que tenía que matarlo para quedar él solo. Si tenemos la valentía de realizar un examen de conciencia veremos claramente como la envidia sea una de las raíces más profundas del espíritu de rivalidad que infecta nuestra existencia.  Y está determinada por la percepción de una injusticia. O de un complejo de inferioridad que sólo puede menguar comparándonos con quien vale menos. En este sentido los discípulos discutían sobre quién era el mayor. Y la respuesta es obvia: yo. 
 
En realidad las lecturas de este domingo nos colocan ante un problema profundísimo y no solo de índole teórica: cómo me sitúo ante la injusticia, la rivalidad, la guerra que me declaran los demás. Por ello la respuesta de Jesús nos parece absurda: “El  Hijo del Hombre será entregado a manos de los hombres y lo matarán”. Sabiendo además que lo harán por envidia, por el entusiasmo que suscitaba entre las masas y el sentimiento de adhesión y simpatía que despertaba. Esa es la razón por la que los escribas y fariseos veían en Él no únicamente un competidor, sino alguien que minaba los cimientos de lo que enseñaban con sus discursos y palabras. Entonces ¿por qué te entregas? ¿Por qué no haces valer tus razones?  ¿O por qué razón no pactas con ellos ya que no puedes vencerlos y así te conviertes en uno de ellos, compartiendo también su poder y fama? ¿No será eso mucho mejor y te dará una vida más larga, tranquila y rentable?
 
Jesús poniendo ante los discípulos a un niño, se identifica con él: como un niño no tiene nadie que lo defienda, porque es pequeño y débil y su vida depende de un padre que lo acoja y lo tutele, lo alimente y lo defienda, así hace Él con Dios su Padre. Así dirá “Padre a tus manos encomiendo mi espíritu”. Porque se fía es como un niño, como un hijo. Precisamente el Hijo del Hombre, el Hijo de Dios. 
 
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Jesús no rechaza la injusticia, la envidia, la iniquidad: la asume en sí mismo, físicamente, extinguiendo en él mismo la enemistad. La imagen es el golpe de lanza que traspasa su costado. Aquel golpe de lanza representa la iniquidad del mundo, simboliza a todos los aplastados por la injusticia, desde el justo Abel, a todos los “cristos” heridos en la historia. Su suerte humana esta resumida y asumida en el Justo, el único como tal, asesinado por nosotros en la Cruz: según sus mismas palabras el auxilio le vendrá del Padre, en la Resurrección. Los cielos nuevos y la tierra nueva no se encuentran únicamente en el más allá, sino también en el aquí y ahora, en el modo de vida de los hijos de Dios, en la verdad y la justicia de la fe, en la sabiduría que viene de lo alto, y no del mundo, y que es diferente de la sagacidad, y que rebosa paz, humildad, misericordia y buenos frutos, tal como leemos en Santiago, y que es denominada también “vida eterna” y que es la vida de verdad que se puede vivir ya desde ahora.
 
Podemos renunciar a tener cosas que nos corresponderían, a alabanzas que mereceríamos, a justos reconocimientos, no porque seamos superhombres, o para demostrar a los demás que podemos vivir sin muchas de las cosas que la gente considera como necesarias. Sino porque Jesús nos basta. Solo Dios basta, decía Santa Teresa. Y aprenderlo y que nos baste es el resumen de toda la vida espiritual. Los adultos necesitan muchas cosas, al niño tiene suficiente con un padre. La cuestión es que nosotros ya no somos niños: en volvernos como niños nuevamente consiste el reto. La confianza en Dios, el abandono a Él, la mismísima oración confiada es un don de la infancia, que habitualmente no le sobrevive: una vez salidos de la infancia hay que esforzarse mucho para volver a entrar, como tras una noche surge una nueva aurora. Y quizás es inevitable atravesar la noche oscura de la injusticia humana, el frío de la hostilidad humana, de la plegaria que parece no atendida, para ver resurgir una nueva luz, cuando convertidos realmente en pobres, solo Dios nos basta. Dios incluso sirviéndose de la injusticia nos enseña lo que a nosotros nos parece impensable: la felicidad de ser siervos y no amos, últimos y no primeros. Y si ser los últimos nos parece una pretensión altisonante, contentémonos a ser segundos, si ya somos primeros, o terceros, si somos segundos. Contentémonos al menos de un paso atrás. Por otra parte, los últimos son tan últimos que ni siquiera lo saben. Se han olvidado de sí mismos. Ya no viven por sí mismos, Cristo vive en ellos. De ellos nadie habla. 

Semana del 20 al 26 de septiembre.

 


Dena

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 21:00 horas.

Lunes: Por Dolores Padín Camaño.

Martes: A la Virgen de los Milagros, una devota.

Miércoles: Por todos los difuntos.

Jueves: Por Valentín Padín Camaño y Dolores Arosa Méndez.

Viernes: Por Robustiano Fariña Dopazo.

Sábado: A las 10:30 primer Aniversario de Elisa Fernández Salgueiro, Elisa do Roxo. A las 21:00 Misa por Carmen Padín Vázquez; Maruja Seijas, madre Elisa y esposo José.

Domingo: Primera a las 9:00 por Elisa Padín Carballa. Segunda a las 12:00 por Avelino Basdedios Padín; Juan y difuntos de la familia; familia Arteaga Gómez de la Vega. Julián, Lúcia e hijos fallecidos.

 

Villalonga

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 20:00 horas.

Miércoles: A las 19:30 catequesis para los niños de la primera comunión.

Jueves: Por la Parroquia.

Sábado: Por Tito Torres Otero; Mercedes Afonso Moldes; Francisco Manuel Domínguez Frelle; Elier Vázquez González; Félix García Souto y sus padres, da Salgueira.

Domingo: Por Maruja de Caneda, Ángela Meis Lorenzo, Manuel Castro Blanco; Lola de Camiña, José de Camiña, Daría Méndez Fernández, Manuel Torres Torres.

domingo, 12 de septiembre de 2021

EL PODER DE DIOS ES UNA POTENCIA DE AMOR

  


En tiempos de Jesús, Cesarea de Filipo era una residencia real donde, después de la muerte de Herodes el Grande, residió uno de sus hijos, precisamente Filipo que justamente gobernaba sobre toda Galilea. El lugar de hecho era muy rico en agua porque se encuentra en las estribaciones del monte Hermón, en la frontera entre Galilea y Siria que es donde hallamos todas las fuentes del río Jordán. Allí existían templos con cultos paganos y un rico intercambio comercial

Y es en este lugar internacional y público donde reside la autoridad civil que Jesús interroga a los discípulos sobre su identidad. Jesús era ciertamente una autoridad, porque hablaba con autoridad, y porque curaba a las personas y tenía poder sobre el mal. ¿Pero de qué tipo de autoridad se trata? Dicho en otras palabras, ¿de dónde le viene la autoridad y en resumidas cuentas, quién es Jesús? 

 


 

El primer paso que Jesús pide hacer a sus discípulos es recoger las opiniones sobre Él. Puede ser Juan Bautista vuelto a la vida después de ser degollado por Herodes. Puede que quizás sea Elías, que según la creencia extendida y consolidada hasta los tiempos de Jesús, tenía que volver inmediatamente antes de la restauración definitiva del Reino de Dios. En ambos casos se trata del retorno de figuras proféticas, es decir, de figuras que poniéndose bajo o contra el poder real, representan la mismísima autoridad de Dios respecto a su pueblo. Jesús es percibido pues como un profeta, con una característica de más, debida al hecho que tanto Elías como Juan Bautista vuelto a la vida tenían que regresar al final de los tiempos para cumplir el juicio definitivo. Así pues, Jesús es según sus contemporáneos, un profeta que anuncia la inminente restauración del Reino de Dios en el final de la historia.

 

Pero Jesús pide a sus discípulos una respuesta personal: ¿Vosotros quien decís que soy yo? Tú eres el Cristo, responde Pedro. El Cristo, o sea, el Ungido del Señor, el Mesías esperado, no simplemente quien anuncia la restauración del reino de Dios, sino quien propiamente cumple tal misión. Pedro reconoce en Jesús la mismísima autoridad de Dios para poder cumplir la misión que Dios le confía.

 

Confesión de Pedro

 

Y sin embargo, ¿cómo cumplirá Cristo su misión? Si para Pedro, humanamente Cristo no puede ser sino un vencedor, porque comparte la potencia misma de Dios, para Jesús el cumplimiento de la misión salvífica pasa por el rechazo de su pueblo. Jesús sabe que un verdadero siervo del Señor no puede sino suscitar oposición y rechazo: si este es el destino sufrido por los profetas, tanto más será el destino del Mesías. Pero al final la mano del Señor estará junto a su Siervo, para hacerle vencer misteriosamente: es lo que Jesús anuncia como la resurrección del tercer día.

La autoridad del Mesías Jesucristo no se manifiesta ahora en una potencia humana, como la del rey Herodes o del Imperio Romano, sino con una potencia de amor, capaz de acoger el mal para después transformarlo a través de un don que proviene de Dios mismo. A los ojos de los hombres, acostumbrados al mito Superman, un buen superhéroe resuelve todas las situaciones con un buen par de músculos: pero esta es una caricatura del poder de Dios y del Mesías.

 

El poder de Dios es una potencia de amor, que no puede sino crear y no puede destruir. El poner la otra mejilla no es una demostración ideológica de superioridad espiritual, como si de un pacifismo a ultranza se tratase, sino el símbolo de un amor que proviene de Dios, y que otorga la fuerza y la fantasía para inventar respuestas que inviten a la paz, frente a la agresión y a la violencia. Pensemos solamente en los grandes conflictos político-religiosos de nuestro tiempo: cómo es fácil abandonarse a ese clima de enfrentamiento y violencia criticando aquel Islam ideológico que en nuestros días está destruyendo los monumentos de tantas poblaciones. Tanto Palmira como la residencia herodiana de Cesarea de Filipo, nos pone ante la misma pregunta de Jesús: “¿Vosotros quién decís que soy yo? Tú eres el Cristo, aquel que seguimos por el camino de la humildad de la cruz, poder amoroso que transforma el mal con las energías gloriosas de la resurrección.

Nosotros los cristianos hemos de tener la fantasía para salir de los callejones del insulto y de la violencia y creer en el poder humilde del Mesías crucificado y Resucitado. La potencia de la Resurrección pasa a través de los caminos de la relación y de la amistad que se construyen con personas incluso de culturas y religiones diversas.

Semana del 13 al 19 de septiembre.

 

Dena

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 21:00 horas.

Lunes: Por Marcelina Domínguez Varela, José da Silva Gaspar y su madre Dolores.

Martes: Por Pastora González Padín

Miércoles: Intenciones familia Arteaga Gómez de la Vega.

Jueves: No habrá Misa.

Viernes: Por Sebastiana Pérez Lamelas; José Manuel Otero Naveiro y difuntos de la familia.

Sábado: Por Antonio Prieto Pillado, Elvira Camiña Padín.

Domingo: Primera a las 9:00 por la parroquia. Segunda a las 12:00, por Julián, Juan y difuntos de la familia, Alberto y Esperanza, Julián, Lucía e hijos fallecidos.

 

Villalonga

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 20:00 horas.

Martes: Por Cecilia Padín Castro, Divina Padín García.

Miércoles: Festividad de la Virgen de los Dolores. Misa a la Virgen de los Dolores, por la Parroquia.

Jueves: Por Albino Estévez Chan y esposa Carmen; Intenciones familia Astray Sanmartín.

Sábado: Por la Parroquia.

Domingo: Misa a las 11:00 por Remigia Troncoso Piñeiro y esposo Jacinto; José Dorado Cobas e hijos; Luis Chan Padín.

domingo, 5 de septiembre de 2021

ABRIRSE A LA CAPACIDAD DE ESCUCHA

 


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Una de las cosas que hoy nos hace caer en la cuenta de que necesitamos ser curados de las nuevas lacras que nos asolan es la enorme indiferencia que demostramos en la escucha no solo de las personas que nos rodean sino también respecto a todo lo demás, incluso cuando caminamos en medio al tráfico urbano. 

 

Un día, con el coche parado en un semáforo rojo, justo delante del paso de cebra, una pareja a pie que tenía que pasar la calle, en vez de cruzar la calle aprovechando su turno de paso libre, se detuvo esperando que estuviera verde. El chico intentando escribir con su Smartphone y la chica cabizbaja un paso atrás del chico. Les observé y pensé para mis adentros que quizás eran turistas que buscaban indicaciones en el móvil para dirigirse a alguna dirección y no le di más importancia al hecho. Ya con el semáforo en ámbar para ellos y yo que me preparaba para poner la primera, el chico quitó la vista del teléfono y con un gesto de desagrado por haber desaprovechado el verde, empezó a cruzar la calle y a reprochar a la chica no haber estado atenta y advertirle. La chica respondiendo a las invectivas chilló diciendo “Para qué si tampoco me escuchas nunca”. Peleándose y corriendo consiguieron cruzar la calle. A penas en la acera, él volvió a concentrarse en su Smartphone y ella, cual esposa musulmana, a caminar tras él un paso atrás. ¿Cuántas escenas parecidas vemos hoy en día? ¿Cuántos zombis con el teléfono en mano arriesgan la vida corriendo el riesgo de pegarse un porrazo aunque sea únicamente contra un poste eléctrico? ¿Cuántos sordos, mudos y ciegos podemos contar y cuántos de ellos buscan curación?

 

Es obvio que quiero provocar, pero el acento de la liturgia de la palabra de este domingo nos invita a recapacitar sobre la capacidad del hombre para la escucha, sobretodo de escuchar a Dios, y pues de reflexionar sobre nuestra capacidad para responderle y decir algo sensato, algo que realice al hombre en sí mismo y con respecto a los demás.

 

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Jesús se encuentra en pleno territorio pagano, allí donde ninguno de sus discípulos hubiera jamás esperado encontrar huella de la fe en el único Dios que llama según el “Shemá (Escucha) Israel”, intentando responderle como hijos con todo el corazón, con toda su alma y con todo su ser. En estas tierras no vivían hijos de Israel, que pasaban de largo de estas poblaciones, sino hombres que sin embargo, tal como Jesús enseña en varias ocasiones, esperan una sanación, una salvación que sólo Dios podía llevarles.  

 

En la región de la Decápolis y en todos los territorios paganos, el Señor podía hablar y enseñar a través de su Palabra, de su vida y de sus milagros sin temor a ser rebatido por los fariseos y doctores de la Ley, píos israelitas preocupados por hacer cumplir y respetar la Ley, no en hacerla comprensible.

 

Aquí Jesús habla y obra para curar al hombre de sus incapacidades, de raíz, a fin que  el hombre entienda la Ley del Amor que salva, y lo hace a través aquel lenguaje común que es la humanidad no diferenciada por la idea de un Dios o de una ideología, por aquello que es común a todos los demás hombres. Él mismo ha deseado experimentar asumiendo la carne humana, la humanidad misma, en su integridad. Jesús nos está diciendo como se sana al hombre y quién y qué te cura. Nos está señalando el camino no para la “perfecta humanidad· sino para la divinización, por obra de Dios, de la mismísima humanidad. La posibilidad de curarla de la muerte y del sin-sentido. Expresa y explica la voluntad de aquel Dios Creador que no abandona ni a su Creación ni al hombre, vértice de ésta, porque es un Padre que nos ama y no puede dejar de amar a sus hijos que, reconocidos como tales por el hermano Jesucristo, pueden hablar y anunciar sin galimatías, a su vez, las obras de amor de Dios.

Para hacer realidad al Dios que ama al hombre, este debe superar su sordera, su falta de escucha, su cerrazón y todo lo que ella conlleva: el egoísmo, esa tendencia a ser el centro de todo y el hedonismo…

El hombre tiene que "abrirse", como Jesús dice al sordomudo al pronunciar el "Effetá", debe adquirir la capacidad de escuchar y oír la verdad, la palabra verdadera, la que te pone en movimiento hacia la eternidad y entonces, sólo entonces, se puede decir algo bueno, verdadero, eterno en todo lo que esta palabra hace o dice.

 

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Sólo escuchando  uno  puede estar en condiciones de responder, de hablar. Esto me hace pensar no sólo en el "Shemá" de Israel, sino en el nuevo Israel que comienza por escuchar a una Virgen que decide responder a su Creador, y  en una multitud de otros ejemplos bíblicos. Me hace pensar en una historia paralela a la de la Virgen María, la de Zacarías, que, a pesar de tener el mismo privilegio de María en la visita angélica, en realidad no escuchó las palabras del ángel, sino que pensando en sus proyectos, la puso en juego y la obstaculizaba, por lo que quedó mudo e incapaz de pronunciar cualquier palabra. Sólo el silencio le sanará su capacidad de reflexionar y  aceptar el plan de Dios, dando el nombre a su hijo Juan cuyo significado es su "regalo de Dios". Otro punto a destacar es -tras el anuncio del nacimiento-  de María, que no quiere decir o explicar lo que pasó, pero que mantenía "en su corazón" todo lo que veía y oía,  hablando sólo en cuatro ocasiones y nada más. ¿Y María no es quizás el máximo ejemplo de la humanidad que cumple la voluntad de Dios? ¿No es nuestro ejemplo, nuestra referencia a una relación correcta,  humana y divino-humana,  hacia la que se invita a todos los hijos de Dios a imitar?

 

Francesc M. Espinar Comas 

Semana del 6 al 12 de septiembre.

 


Dena

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 21:00 horas.

Lunes: Por Rufino Santamaría Castro. Lilí Camiña Lobato.

Martes: Por Luisa Gondar, hermana Carmen y difuntos de la familia. Elisa Valladares Rial, padres e hijo Manuel.

Miércoles: Por Manuel Otero, Ramiro y Nélida Brigando.

Jueves: A Santa Lucía a intención de una familia devota.

Viernes: Por José Otero Piñeiro y su abuela.

Sábado: A Santa Lucía a intención de José García Buezas.

Domingo: Primera a las 9:00 por la Parroquia. Segunda a las 12:00 por Juan y difuntos de la familia; Alberto y Esperanza, Julián, Lucía e hijos fallecidos.

 

Villalonga

Martes: Por Serafín Torres Troncoso y esposa María Parisina Otero Rodríguez, de Piñeiros.

Jueves: Intenciones de la familia Astray Sanmartín.

Sábado: Por Samuel Souto Torres, Servando Buezas Radío, esposa Dolores Pérez Viñas y difuntos de la familia. Amalia Salgueiro Otero y esposo Antonio; Eladio Soutullo Buezas.

Domingo: Misa a las 11:00 de la mañana por Julián y Carina; Carmen Padín Míguez, esposo José y madre Juana, Eladio Otero Rodríguez, Guillermo Fernández Argibay, Amelia Carballa Padín y difuntos de la familia.