Ante este extraordinario relato de la multiplicación de los panes y los peces, corremos el riesgo de olvidar que esta narración se abre y se cierra con Jesús que busca escapar de la multitud que pretende proclamarlo rey.
El Señor obra un prodigio nunca visto y no está allí para recibir lisonjas y parabienes por su grandeza. Se aleja incluso de cuantos afirman que Él es verdaderamente el Profeta. Antes del milagro en cuestión, pero después de haber realizado muchos sobre los enfermos, subiendo por la montaña intentar ir con sus discípulos, casi como enseñándoles el sentido del desapego y la discreción que deber animarles, y ciertamente no el de la vanagloria.
Un solo cuerpo y un solo espíritu. Este es el objetivo sobre el que el Apóstol de los gentiles elaborará su teología del Cuerpo Místico. Por otra parte ¿puede ser de manera diversa dado que una sola es la esperanza a la que hemos sido llamados por nuestra vocación? San Pablo está escandalizado por la sola idea de la división y con claridad y firmeza añade: “Un solo Señor, una sola Fe, un solo Bautismo, un solo Dios y Padre de todos”. De aquí parte nuestra igualdad y fraternidad, y sobre este Padre común debiera fundarse nuestra caridad.
Fr. Tomás M. Sanguinetti