domingo, 15 de marzo de 2015

Glosa dominical


MIRAR A JESUCRISTO EN LA CRUZ
Por José María Martín OSA

1.- El juicio de Dios es para la salvación no para la condenación porque "la misericordia se ríe del juicio". En el segundo Libro de las Crónicas recuerda la deportación de Babilonia a causa de los crímenes abominables y de las infidelidades del pueblo. El Señor les mandó mensajeros para que cambiasen porque tenía compasión hacia ellos. Pero no hicieron caso y mataron a los profetas. Así vino el desastre inevitable....Pero el amor apasionado de Dios por su pueblo, por el hombre, es a la vez un amor que perdona. Pero ya antes Dios muestra el poder de la misericordia al enviar a Ciro, como si fuese el Ungido, para devolver la libertad al pueblo de Israel. Se hace realidad la promesa de Jeremías y la esperanza mantenida por Ezequiel de que llegaría un día en que volverían a su tierra si renovaban su fidelidad a la Alianza. Junto a los canales de Babilonia lloraban y se lamentaban por la lejanía, pero no quieren olvidarse de Jerusalén (salmo 136). Pero ha llegado la hora de volver y Dios les muestra una vez más que no se ha olvidado de su pueblo.
2.- Jesucristo, el Hijo de Dios, vino a salvar el mundo. En el diálogo con Nicodemo le dice que "hay que nacer de nuevo". Nicodemo se extraña de esta afirmación y no entiende qué es eso de nacer de nuevo. Jesús le explica que hay que "nacer del agua y del Espíritu". Hay aquí una alusión clara al Bautismo. El que cree en Él tiene vida eterna. Dios ama con un amor tan grande las cosas que ha hecho y al hombre en particular, que cuando ve cómo la corrupción y la tiniebla del pecado ha entrado en ellos, quiere salvarnos. Y lo hace enviando a su propio Hijo, que muere en la cruz por todos los hombres. En su muerte en la cruz se realiza ese ponerse Dios contra sí mismo, al entregarse para dar vida al hombre y salvarlo. Como ha subrayado el Papa poner la mirada en el costado traspasado de Cristo ayuda a comprender hasta qué punto Dios nos ama: "es allí en la cruz, donde puede contemplarse esta verdad. Y a partir de allí se debe definir ahora qué es el amor. Y, desde esta mirada, el cristiano encuentra la orientación de su vivir y de su amar".
3.- Mirar y admirar el amor manifestado por Jesucristo en la Cruz. Hay algo muy importante que nos enseña la Palabra de Dios de este domingo. Cristo no vino a condenar. Tampoco a "separar" los dos "mundos". Viviremos rodeados del mal, como el trigo y la cizaña. Pero Cristo vino a salvar. Creer en Él es empezar a vivir. Rechazar libremente la luz es rechazar la salvación, es escoger las tinieblas a la luz, juzgarse a sí mismo y firmar la propia condena. El evangelista Juan insiste en que no es necesaria una sentencia condenatoria de Dios. Tampoco la niega e incluso habla de ella en alguna ocasión. Pero es el mismo hombre quien por su obstinación en rechazar la Verdad y cerrarse a la salvación está ya juzgado. Así lo expresa San Agustín: “Dios no envió su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él (Jn 3,17). El médico viene a curar al enfermo en cuanto de él depende. Quien no quiere cumplir sus prescripciones, se da muerte a sí mismo. El Salvador vino al mundo; ¿por qué se le llamó Salvador del mundo, sino (porque vino) para salvar, no para juzgar al mundo? ¿No quieres que él te salve? Tú mismo te juzgarás”.
Dios no deja de darnos oportunidades para rectificar: siempre nos quedará la opción de mirar y admirar el amor manifestado por Jesucristo en la Cruz. Solo basta levantar los ojos para encontrarnos con la mirada amorosa, liberadora y salvadora de Jesús. No hay masoquismo cuando adoramos la Cruz. No adoramos ni amamos el dolor y el sufrimiento, pero sabemos que el amor exige renuncias. Sabemos que Cristo en la Cruz es lección de sabiduría, es medicina y remedio para nuestros males. Es ahí donde entendemos el amor de Dios y la respuesta que espera de nosotros. De Él nos viene la salvación.

No hay comentarios: