Julio 2012
“Apóstoles del
Mar, Testigos de la nueva Evangelización”
Queridas gentes de
la mar:
Al acercarse la
festividad de la Virgen del Carmen, me alegra comunicarme con vosotros,
los hombres de la mar y vuestros seres queridos, para felicitaros
cordialmente con mis mejores deseos. Esta fiesta reaviva en todos vosotros
el cariño y la devoción a la Virgen a la que veneráis con alegría y
esperanza en tantos lugares de nuestra diócesis, e invocáis como especial
protectora en vuestras singladuras y vuestros trabajos.
La Virgen del Carmen, estrella de
los mares, ayuda con su protección a los que la invocan, a navegar
seguros, a superar las dificultades y a llegar a buen puerto; ella con su
protección materna nos recuerda que Dios con su providencia divina está
siempre presente en nuestras vidas y nos mira con amor de Padre, sabiendo lo
que necesitamos. “Si cuida de los pájaros del cielo y de los lirios del
campo cuánto más hará por nosotros que somos sus hijos. ¿No valemos
nosotros más que ellos? Busquemos primero el reino de Dios y su justicia,
y todo lo demás se nos dará por añadidura” (cf. Mt 6, 25-33).
Testigos de la nueva evangelización :
El mismo Señor que
escogió de entre los hombres de la mar a sus primeros
apóstoles (cfr. Mt
4,18-20), no ignora vuestras preocupaciones. Sabe de barcas y de redes; conoce
el peligro de las tempestades (Mc 4, 35-41) y la desazón de quien ve que su
trabajo no obtiene los resultados deseados (Lc 5, 2-3). Él mismo se
refirió a la red que echan en el mar y recoge toda clase de peces, para
hablar del reino de Dios (Mt 13, 47-50). Y también en el mar, se apareció
a los suyos, ya resucitado, para confirmarlos en la fe y animarlos a
vivir como pescadores de hombres en la misión evangelizadora. También
a vosotros el Señor os llama hoy, como entonces, a extender su Reino. Este
año hemos sido convocados a preparar el “Año de la fe”, con el que el
Santo Padre, el Papa Benedicto XVI desea animar a la Iglesia a
revivir el don recibido y a manifestar a todos la luz de nuestra fe. El
Papa nos dice que “lo que el mundo necesita hoy de manera especial es el
testimonio creíble de los que, iluminados en la mente y el corazón por la
Palabra del Señor, son capaces de abrir el corazón y la mente de muchos al
deseo de Dios y de la vida verdadera, ésa que no tiene fin”
La Iglesia os necesita, para que en medio
de vuestras ocupaciones, deis un testimonio decidido de vuestro amor a
Jesucristo y vuestro compromiso con Él “pues sólo en él tenemos la certeza
para mirar al futuro y la garantía de un amor auténtico y duradero”.
Igual que los Apóstoles, hombres de la mar muchos de ellos como vosotros, estáis
llamados a dar razón de vuestra fe; como nos decía el Santo Padre en su
inolvidable visita a nuestra tierra: “(los apóstoles) dieron testimonio de
la vida, muerte y resurrección de Cristo Jesús, a quien conocieron
mientras predicaba y hacía milagros. A nosotros, queridos hermanos, nos toca
hoy seguir el ejemplo de los apóstoles, conociendo al Señor cada día más y
dando un testimonio claro y valiente de su Evangelio. No hay mayor
tesoro que podamos ofrecer a nuestros contemporáneos. Así imitaremos
también a San Pablo que, en medio de tantas tribulaciones, naufragios
y soledades, proclamaba exultante: Este tesoro lo llevamos en vasijas de barro,
para que se vea que esa fuerza tan extraordinaria es de Dios y no proviene
de nosotros (2 Co 4,7)”.
La Iglesia no es ajena a vosotros, ni
vosotros ajenos a ella. La comunidad de los creyentes
participa de vuestras alegrías y se identifica con vosotros en
vuestras preocupaciones; ruega por todos y ofrece su ayuda a aquellos que,
especialmente en estos momentos de crisis, se encuentran en especial
dificultad; y vosotros, miembros vivos de este Pueblo de Dios,
cuando dais razón de vuestra esperanza en los ambientes en los que vivís,
sois constructores de una humanidad nueva, cooperando a realizar la
civilización del Amor y acercando a los hombres el Reino de Dios.
Me despido de vosotros con un recuerdo
agradecido y orante para cuantos el Señor ha llamado a su presencia en el
duro trabajo de las tareas de la mar, ofreciendo mi solidaridad cristiana
y fraterna a sus familiares. Pedimos a la Virgen que hayan llegado a puerto
seguro; mientras nosotros continuamos bregando en las aguas del mundo bajo
su amorosa protección. Nuestra Señora del Carmen, y el Apóstol Santiago el
Mayor a quien el Señor hizo “pescador de hombres”, sigan
protegiéndoos y ayudándoos a vivir con confianza, siendo testigos de
la fe.
Os saluda con todo afecto y bendice en el
Señor,
+ Julián Barrio
Barrio,
Arzobispo de
Santiago de Compostela
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