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Jesús se considera el "pan vivo bajado del cielo". Se contrapone al pan que comieron los judíos en el desierto, para mantenerse vivos, pero que no les concedió la permanencia definitiva en la vida.
El pan que ofrece Jesús, permite vivir para siempre; y ese pan, que Cristo da, es su carne, para vida del mundo. Es tan necesario comer de esa carne, que quien no la come no gozará de la vida sin fin. Por el contrario, quien la come habitará en Cristo y Cristo en él: el que come esa carne, vivirá por la fuerza de Cristo.
El Cuerpo y la Sangre de Cristo, dice San Pablo, nos une a todos los creyentes. Esto se percibe de modo especial al considerar lo que acontece con el pan: del mismo modo que éste es uno, aunque formado de muchos granos, así también nosotros somos un solo cuerpo, a pesar de ser muchos.
José Fernández Lago en El Correo
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