Hace algunos años, un sacerdote en Roma, hablando de la misión de la Iglesia, me decía: “Tenemos que ser como el Tíber, que no pasa por las afueras de nuestra ciudad sino que la atraviesa por el centro y nos pasa por dentro fecundándola y contribuyendo a su belleza”.
Pienso que esta imagen, a pesar de sus limitaciones, nos ayuda a comprender el significado de esta fiesta de Pentecostés: el Tíber es el de siempre, pero el agua que pasa es la de hoy. Así el Espíritu Santo en Pentecostés: hace presente en los discípulos y en nosotros, el amor de Cristo y su Palabra, empujándonos a la misión.
San Pablo nos propone el camino del Espíritu Santo: “caminad según el Espíritu”, es decir: dejemos que nuestro hoy sea atravesado por el Espíritu Santo. A esto bien podríamos llamarlo los pasos del Espíritu Santo. Pero, ¿de qué pasos se trata? Hoy al menos se nos proponen tres:
1.- El paso del hijo: en el evangelio Jesús dice que el Espíritu Santo “tomará lo que es mío y os lo anunciará”. El Espíritu Santo nos repite, aquí y ahora, lo que es Jesús: el hijo predilecto del Padre. Nos lo recuerda, nos lo repite en el corazón, hasta que comencemos verdaderamente a vivir como hijos de Dios. San Pablo nos dice que el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por medio del Espíritu Santo que nos ha sido dado. No basta saber que Dios es un Padre que nos ama, necesitamos reavivar constantemente este amor divino en nosotros, que nos da la valentía de mirar nuestra historia personal acompañados por la misericordia de Dios que está siempre pronto a perdonarnos. Necesitamos, como el agua que bebemos, hacer este paso del hijo en nuestra vida para no sentirnos esclavizados por los sentimientos de culpa o por nuestras idealizaciones de la perfección o la coherencia, que tienden a hacernos considerar siempre mediocres nuestras elecciones y nuestro día a día. ¡Qué hermoso cuando Jesús en el evangelio dice: “Muchas cosas me quedan aún por deciros, pero por el momento no sois capaces de llevar el peso. Cuando Él vendrá, el Espíritu de la Verdad, os guiará a toda la verdad”. De hecho los discípulos aún han de hacer la experiencia de ser perdonados y amados hasta el final por Jesús. Pedro y los otros aún han de hacer la experiencia fundamental que los convertirá en Iglesia: hombres amados y perdonados gratuitamente por Cristo que se ofrece, convirtiéndoles en hijos y hermanos. Esto acontece a través el Espíritu Santo. He aquí por qué algunos fardos pesados de nuestra vida sólo pueden ser llevados escuchando al Espíritu Santo en nosotros que nos recuerda siempre el amor misericordioso de Dios y nos permite afrontar nuestro futuro con esperanza y confianza sin hacernos sentir nunca solos.
2.- El paso hacia el fruto: San Pablo hace una distinción entre las obras de la carne y el fruto del Espíritu Santo. No sólo quiere expresar un contraste entre el cuerpo como elemento negativo y el Espíritu como elemento positivo. Es interesante ver la contraposición entre las obras y el fruto: las obras son aquellas que hacen alusión a la satisfacción de mi bien. Y necesitamos hacer tantas cosas, tantas obras, para estar bien y acaparar el reconocimiento de los demás y sentirnos mejor que ellos... Hacer y poseer frenéticamente tantas obras en la esperanza de que puedan llenar el vacío que llevamos dentro pero que no hacen otra cosa que dispersarnos más. A las obras, San Pablo contrapone el fruto del Espíritu, que es uno solo: el amor que se manifiesta de tantas maneras diversas. El Espíritu Santo en nosotros nos empuja hacia lo que como punto de partida no es mi bien sino el bien del otro, porque únicamente de esta manera nuestra vida encuentra su realización, su fruto, y nos hace estar en armonía. Entonces todo lo que nos hace salir hacia la solidaridad, la comunión, la fraternidad, son pasos del Espíritu Santo que empuja nuestra vida a dar su fruto transformando nuestro corazón.
3.-El paso de la creatividad: muchas veces hemos escuchado que el Espíritu Santo abre y diversifica suscitando la variedad y la acogida de los diversos dones y carismas. Pero no sólo eso: el Espíritu Santo nos ayuda también a abrirnos a la creatividad de Dios en nuestra vida, sobre las personas que amamos. A menudo decimos que “las cosas nos han ido de otra manera: mi vida de sacerdote, de padre, de madre, de hijo ha sido de otra manera de como la había soñado”. El Espíritu Santo nos ayuda a transformar todo aquello que ha ido de otra manera de como la habíamos deseado y construido, en fuerza creativa que Dios utiliza para abrir nuevas e impensables posibilidades en nuestro camino. También para los discípulos la muerte de Jesús fue un final “diferente” de como lo habían soñado, su resurrección una victoria diversa de aquella que esperaban. Pero el día de Pentecostés, gracias a los dones del Espíritu Santo, todo eso se transformó en nueva vida y en nuevos caminos con el nacimiento de la Iglesia. Invoquemos al Espíritu Santo que también para nosotros se abran nuevos caminos y nuevas posibilidades a partir de todo aquello que ha ido diversamente en nuestra historia, abriéndonos a la creatividad del Espíritu Santo.
Mn. Francesc M. Espinar Comas
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