Llamados a convertirnos
y a volver al Señor.
La cuaresma es el
tiempo de preparación de la Pascua. Un tiempo en el que estamos llamados a
reconocer que, a menudo, somos infieles a la vida nueva que hemos recibido en
nuestro bautismo, a pedir perdón por nuestros pecados, y a trabajar para
convertirnos y renovar nuestra vida. Porque queremos acompañar sinceramente a
Jesús que camina hacía la cruz, para unirnos a su muerte y poder compartir con
Él su resurrección. Los cuarenta días de cuaresma empiezan el miércoles de
ceniza y nos conducen a vivir la alegría de la Pascua. Una alegría que solo
será auténtica si realmente nuestra vida se ha transformado para parecerse más
a lo que Jesús ha vivido y enseñado.
En el rito latino
comienza el miércoles de ceniza y termina el jueves santo antes de la misa
vespertina de la cena del Señor. La duración de cuarenta días proviene de
distintas referencias bíblicas y simboliza la prueba por la que pasó Jesús al
permanecer durante 40 días que duró el diluvio universal, además de los 40 años
de la marcha del pueblo de Israel por el desierto y las 40 décadas que duró la
esclavitud de los hebreos en Egipto.
No olvidemos loas
prácticas penitenciales que nos recomienda la Iglesia: la oración, la limosna y
el ayuno. Estas prácticas penitenciales debemos hacerlas en secreto, para
agradar a Dios y a los hermanos: "y tu padre, que ve en lo secreto, te recompensará".
Pero para encontrarles ese sentido penitencial, tenemos que reconocer que somos
pecadores.
D Aurelio Ares Regueiro
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