sábado, 1 de noviembre de 2014

Fiesta de Todos los Santos



Desde el siglo IV las Iglesias de Oriente hacen una solemne memoria de todos los santos mártires en el tiempo pascual (Siria) o inmediatamente después de Pentecostés (Bizancio) La fiesta es como un estallido del triunfo pascual de Cristo con todos sus santos. En Roma también existía una fiesta de todos los santos mártires y se celebraba – a causa de la influencia bizantina- el domingo después de Pentecostés. Más tarde fue trasladada al 13 de mayo, a causa de las Témporas. En ese día del año 609, Bonifacio IV transformó el Panteón, o templo dedicado a todos los dioses, en iglesia cristiana, dedicándola a Santa María y a todos los santos mártires. Los países celtas y francos celebraban el primero de noviembre una fiesta dedicada a todos los santos. En el año 835, Luis el Piadoso la introdujo en Roma, y en poco tiempo la fiesta se extendió por todo Occidente. Toda la liturgia de ese día respira paz y amor, serenidad y confianza. Es una fiesta llena de esperanza, de una esperanza que en la fe, nos une a todos los santos del cielo y nos hace intuir lo que seremos en la “consumación de los siglos” La ciudad de Dios se abre materialmente a todos sus hijos que, victoriosos, llegan al final de la larga peregrinación terrena. Allí seremos recibidos no como extranjeros, sino como conciudadanos de los santos y miembros de la familia de Dios, herederos de Dios y coherederos de Cristo. No olvidemos la bienaventuranza que nos espera en la gloriosa ciudad de Dios. Todos los que amamos están allí. Impacientes en su amor nos esperan.

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