JESUCRISTO ES SEÑOR PARA LA GLORIA DE DIOS PADRE
La fiesta que hoy celebramos, la Exaltación de la Santa Cruz, parece ser una celebración fuera de moda. Fue preparada desde el inicio de los tiempos y recordada por los profetas, no por nada el evangelista presenta las mismas palabras de Jesús: “Y así como Moisés levantó la serpiente en el desierto, de la misma manera será elevado el Hijo del Hombre”. La comparación es simple y no permite equívocos, en cierta manera, porque no era nueva para los Apóstoles aunque debía causar escándalo en ellos. Pero sin embargo el Maestro, para despejar toda duda y que se comprendiese la importancia y el alcance de ello, añade que debe suceder así “para que todo el que cree en Él tenga vida eterna”
La Cruz, con todo el escándalo que causa, es el factor discriminante para quien quiera salvarse. No es un hecho opinable. Nuestro Señor la presenta como el camino de la Redención. Con Él se convierte en el trono sobre el cual será coronado de victoria. Y reconozcámoslo, también para nosotros este discurso muchas veces nos parece absurdo. A menudo intentamos sostenerlo de una manera poco convincente porque nosotros mismos nos enfrentamos a él distraídos con demasiados “peros”. Quizás esto ocurre porque no reflexionamos sobre el verdadero sentido de la Cruz, que es signo de amor, del incomprensible amor de Dios, que tanto ha amado al mundo para darnos a su Hijo Unigénito.
El símbolo de la Cruz es la historia misma de la Iglesia y de sus fieles que solo a través de Ella pueden salvarse. El mismo Jesús añade que reconocer el valor salvífico de su sacrificio es necesario para que todo el que cree en Él no se pierda sino que tenga vida eterna. Escandalizarse de la Cruz, entonces como hoy en día, es poner en discusión la salvación obtenida por el Redentor. Es olvidar que Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para que el mundo sea salvado por ÉL. La medida del Amor de Dios la da el sacrificio de sí mismo. No creer en la cruz de Cristo es no entender, y en algunos casos rechazar, el amor de Dios.
El símbolo de la Cruz es la historia misma de la Iglesia y de sus fieles que solo a través de Ella pueden salvarse. El mismo Jesús añade que reconocer el valor salvífico de su sacrificio es necesario para que todo el que cree en Él no se pierda sino que tenga vida eterna. Escandalizarse de la Cruz, entonces como hoy en día, es poner en discusión la salvación obtenida por el Redentor. Es olvidar que Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo sino para que el mundo sea salvado por ÉL. La medida del Amor de Dios la da el sacrificio de sí mismo. No creer en la cruz de Cristo es no entender, y en algunos casos rechazar, el amor de Dios.
San Pablo canta este prodigio de la Cruz obrado por Jesús, que siendo Dios “se vació” casi a sí mismo – el verbo anonadarse dice poco- tomando la forma de esclavo, que no debe ser entendido únicamente en coordenadas sociológicas, sino que significa que se hizo semejante a los hombres, se sometió a la muerte, humillándose hasta el extremo. Se hizo obediente hasta la muerte y una muerte de Cruz, para reparar con la obediencia el pecado original de soberbia.
La paradoja continua: es justamente por esta vergonzosa ignominia, este abajamiento (kénosis) que Dios lo exaltó y le dio un nombre sobre todo nombre. En resumen, que con esto se genera una nueva realeza, este es el significado de la Exaltación de la Santa Cruz. Un nombre se convierte en el Rey de Reyes para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en la tierra y en el infierno. También esto nos suena raro. Parecen dimensiones que nos superan o que no nos importan mucho. Quizás porque no damos el sentido que requiere la expresión “Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre”.
Fr. Tomás M. Sanguinetti
La paradoja continua: es justamente por esta vergonzosa ignominia, este abajamiento (kénosis) que Dios lo exaltó y le dio un nombre sobre todo nombre. En resumen, que con esto se genera una nueva realeza, este es el significado de la Exaltación de la Santa Cruz. Un nombre se convierte en el Rey de Reyes para que al nombre de Jesús toda rodilla se doble en la tierra y en el infierno. También esto nos suena raro. Parecen dimensiones que nos superan o que no nos importan mucho. Quizás porque no damos el sentido que requiere la expresión “Jesucristo es Señor para gloria de Dios Padre”.
Fr. Tomás M. Sanguinetti
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