domingo, 29 de junio de 2025

PEDRO Y PABLO, COLUMNAS DE LA IGLESIA

 

Al detenernos en estas dos columnas fundamentales de la Iglesia, se nos invita a hacernos preguntas como las que la liturgia de la Palabra nos plantea a través de Jesús mismo: "¿Quién dicen los hombres que soy yo?". El maestro quiere sondear el terreno comprendiendo bien cuál es la opinión que tienen de Él sus contemporáneos. No se limita a preguntas superficiales y pregunta: "¿Vosotros quién decís que soy yo?". Vamos paso a paso porque estas preguntas que Jesús hace a sus discípulos también valen para nosotros. En el mundo contemporáneo a Jesús está Herodes, que nos ofrece una demostración evidente de quién es el Maestro para los hombres de su tiempo. Jesús es un profeta; para el tirano debería ser el Bautista, pero luego el mismo Herodes se pregunta “¿Pero no lo he matado yo?”. Por lo tanto, Jesús no va más allá de la simple dimensión profética para algunos. La gente lo compara con Elías, Jeremías y, por lo tanto, también entre el pueblo esta es la visión.

 

Si esta pregunta se hiciera hoy reinaría la confusión. Tres corrientes destacan la dificultad de encuadrar a Jesús. Una primera corriente considera a Jesús una especie de mito, tipo Orfeo. Otra corriente lo ve como un gran personaje legendario. Finalmente, hay una última corriente que afirma que Jesús es un gran hombre, pero nada más, como Gandhi o Martin Luther King. Estas visiones tienen en común el gran respeto por la figura de Jesús. Nadie habla mal de él, pero son muy reduccionistas. Jesús comprende la escasez de las respuestas provenientes de la encuesta que ha lanzado y entonces les pregunta a los discípulos una pregunta que sirve para comprender más profundamente su persona y, por lo tanto, intensificar la relación con Él. "¿Vosotros quién decís que soy yo?". Es la pregunta que hoy Jesús nos plantea a nosotros, bautizados y confirmados. Es la pregunta que hace al cristiano comprometido en la parroquia y al que se limita a vivir solo la experiencia del domingo, que plantea a quien está lejos de la fe, pero busca un sentido a su propia vida y quizás de manera indirecta ha oído hablar de Él. Estos hilos de pensamiento influyen en todos, incluso en los bautizados. La respuesta la ofrece Pedro, que representa a la Iglesia. "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios". La gran profesión de fe. Estando con Jesús como lo hizo Pedro - y a través de Pedro y por lo tanto a través de la Iglesia - se tiene el verdadero conocimiento. La pregunta planteada por Jesús no es para saber su índice de popularidad como hacen hoy los grandes líderes de opinión, sino que nos ayuda a comprender también el sentido de nuestro vivir. Cristo, el nuevo Adán, al revelar al mundo el misterio del Padre y de su amor también desvela plenamente al hombre a sí mismo y así manifiesta su altísima vocación. Cristo, como dice Pablo en la carta a los Colosenses, es la imagen del Dios invisible y a diferencia de Adán que, con su desobediencia, nos deformó inmediatamente a causa del pecado, nos ha devuelto la semejanza con Dios. a su propia vida y quizás de manera indirecta ha oído hablar de Él. Estas corrientes de pensamiento influyen en todos, incluso en los bautizados. La respuesta la ofrece Pedro, que representa a la Iglesia. "Tú eres el Cristo, el Hijo de Dios". La gran profesión de fe. Estando con Jesús como lo hizo Pedro -y a través de Pedro y por lo tanto a través de la Iglesia- se tiene el verdadero conocimiento. La pregunta que hace Jesús no es para conocer su índice de popularidad como hacen hoy los grandes líderes de opinión, sino que nos ayuda a comprender también el sentido de nuestra vida. Cristo, el nuevo Adán, al revelar al mundo el misterio del Padre y de su amor, también desvela al hombre plenamente a sí mismo y así manifiesta su altísima vocación. Cristo, como dice Pablo en la carta a los Colosenses, es la imagen de Dios invisible y a diferencia de Adán que, con su desobediencia, nos hizo inmediatamente deformes a causa del pecado, nos ha devuelto la semejanza con Dios. Con la encarnación el Hijo de Dios se ha unido a cada hombre. . Él ha trabajado con manos de hombre, ha pensado y ha actuado con voluntad de hombre y no solo ha amado con corazón de hombre. Él ha amado hasta la locura sacrificándose por cada uno de nosotros. Con su fuerza, cada realidad adquiere un color diferente porque cada realidad en virtud de la encarnación ha sido elevada a una dignidad sublime. A nosotros los cristianos se nos ha conferido la noble tarea de mostrar a Jesucristo a nuestros hermanos los hombres. Algunos deberán cumplirlo con la predicación, mientras que otros con el testimonio de su consagración. La inmensa mayoría, la gran variedad de cristianos llamados a santificarse en medio del mundo, debe dar a conocer al Maestro desempeñando bien - con perfección humana y con espíritu cristiano - el trabajo y los demás deberes que a cada uno le competen. «Cristo nuestro Señor», para San Josemaría Escrivá, «fue crucificado y, desde lo alto de la Cruz, redimió al mundo, restableciendo la paz entre Dios y los hombres. Jesús mismo recuerda a todos: Cuando sea elevado de la tierra atraeré a todos hacia mí (Jn 12,32), cuando me coloquen en la cima de todas las actividades de la tierra, cumpliendo el deber de cada momento y siendo mis testigos en las cosas grandes y pequeñas, entonces todos serán atraídos hacia mí, atraeré todo hacia mí, y mi reino en medio de vosotros será una realidad.

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Semana del 30 al 6 de junio

 


Dena

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 21:00 horas.

Lunes: Jorge Vidal Camiña, hermano y padres. Manuel Domínguez Balsa, hijo Luis. Delvina Outón Tarelo y difuntos de la familia.

Martes: Carmen Garrido Limeres.

Miércoles: No habrá Misa.

Jueves: Clotilde García Fariña, a intención de la Asociación de la Virgen del Carmen.

Viernes: A las 19:00 primer Aniversario de Rosario Lores Tejo. A las 21:00 Misa por José Salgueiro y difuntos de la familia.

Sábado: Jesús Méndez Becerra, Rosalía García Rey, e hija Remedios. Manuel Dadín González.

Domingo: Primera a las 9:00 por Aurora Insua Camaño, Lolita Camaño y difuntos de la familia. Isabel y Joaquín Martínez Acuña. Segunda a las 12:00 por la Parroquia.

 

Villalonga

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 20:00 horas.

Lunes: A las 12:00 Misa solemne a San Antonio y San Roque, por la Parroquia.

Martes: A las 20:00 Misa por María Parisina Otero Rodríguez y esposo Serafín, de Piñeiros.

Jueves: Carmen a Paparola. Alfonso Pita Fernández.

Sábado: A las 10:30 primer Aniversario de Ernesto Barrreiro Mouriño. A las 20:00 Misa por Silveria Buezas Pérez. Manuel Albino García Camiña, do Cruceiro y sus padres Baldomero y Amalia. Francisco Germán Castro Álvarez, de Gondariño. Paco González Méndez, da Arnosa.

Domingo: A las 11:00 por Dolores Torres Lores y esposo Amancio. A las 13:00 Solemne al Santísimo Sacramento.

domingo, 22 de junio de 2025

FANTÁSTICO, INCREÍBLE: ¡UN CUERPAZO DE ESCÁNDALO

 

 
En el colegio aprendíamos de memoria los sonetos de Lope de Vega y las poesías de fray Luis de León, el “A Buen Juez Mejor Testigo” de Zorrilla y las “Rimas” de Becquer. Es decir, se repetían continuamente antiguas palabras, sueños desvanecidos, conceptos usados. Los profesores de Sagrada Escritura en el Seminario nos invitaban a una actualización de la memoria a través de la Palabra de Dios, a huir de una repetición del pasado. ¿Con qué fin? Que la memoria bíblica se convirtiese en memorial, es decir que el pasado no fuese un recitado sin sentido sino que fuese como si lo viviéramos por vez primera. En una palabra, tú eres protagonista en directo de un Cristo que busca refugio en tu pecho, que se insinúa en tus pensamientos, que te despierta de tus somnolencias. ¡La Eucaristía! La emoción de un Dios que se te acerca a ti tal como eres: pecador y esclavo, pasota, cobarde y podrido. Sucio, espléndido e irreverente. Asombrado, escandalizado o indolente. No importa: Cristo entra. A veces siento el temblor de mis manos en el acto de la consagración: el gesto máximo del sacerdote. Sientes sobre los hombros encorvados el peso de lo divino, la ternura de tu debilidad de hombre, el poder de un misterio difícil de alcanzar. Que te secuestra liberándote. En tus manos sucias, el Corpus Christi. A veces me pierdo en los ojos de quien se acerca a comulgar: el asombro y la rutina, la emoción y la espera. El aburrimiento, la melancolía y la desgana. “Yo soy el pan que ha bajado del cielo. Quien coma de este pan vivirá para siempre”.


Lástima que nos hayamos acostumbrado a este pan: ya no nos dice nada. Algunos susurran un “amén” por lo bajini, otros se molestan por las incomodidades de la fila, alguno lo toma como un caramelo. Algunos se lo creen de verdad y casi les ves llorar. Sollozar. Contemplas una lágrima que les atraviesa la mirada sonriente y fugitiva. Porque ésta es la Eucaristía: soltarte, agarrarte y dejarte llevar por la ola de Jesucristo. Recorrer senderos inéditos, trazar rutas de fantasía, trastornar tus proyectos. Quien celebra la Eucaristía se siente más libre, sabe que es un hombre pero no ya un hombre. Sabe que no merece la Eucaristía. Conoce aquel abrazo que te hace repartir, que te reorienta el camino, que traduce la debilidad en poder inaudito. Quien cree en la Eucaristía no está plegado de manos sino que está arremangado. Si la cabeza está ligeramente inclinada no es por un desviado misticismo, sino para entrever por las fisuras, caminos nuevos por los que lanzarse. Porque en el aroma de aquel pan partido anida la fuerza de los sueños. Te conviertes en un insatisfecho. Un intolerante ante las medias tintas. Alguien decidido a perderlo todo por intentar la aventura de la desnudez más pobre ante Dios. Y cuando Dios está por medio, soñar es un deber. Porque el sueño te permite imaginar una realidad diversa, porque impide dormirte en los laureles. El sueño te desvela, te pone en pie. Cuando en el mundo acontece algo nuevo es porque hay soñadores maravillosos e incurables, que se obstinan en imaginar una realidad diferente. Nueva. Fuera de la banalidad.


Desde siempre me ha fascinado la gente que celebrando la Eucaristía ha imaginado un mundo diverso. ¡De ser sacerdotes! De ser libres: de levantarse y de rebajarse, de construir, destruir y repartir. De convertirse en loco por Dios. Es posible que tanto a ti como a mí, te entreguen folios ya escritos. Y te inviten a repetirlos hasta la saciedad. Te dan a entender que la página ya está escrita, que está ya llena, que no caben más palabras. Que todo está en orden. Pero tú, si eres un hombre eucarístico, fijas tu mirada en los márgenes, en aquel espacio todo en blanco, virgen, no usado. Es decir, adviertes la posibilidad de anotar intuiciones, intentar empresas, disociarte de lo ya dictado y escrito. Los márgenes son los espacios futuros que te regala la Eucaristía: se vive al margen. Pero también se escribe en los márgenes. Los poetas anotaban sus correcciones en los márgenes. ¡Que perfeccionaban y embellecían sus textos!
 
Los famosos Padres del desierto nos legaron una serie de dichos y de apologías espirituales muy sugerentes. En una de éstas se recuerda el gesto extravagante de uno de ellos en relación a un discípulo que le preguntaba cuán intensa tenía que ser la unión con Dios. El maestro lo hizo bajar al Nilo y le cogió la cabeza hundiéndola en el agua al punto del sofoco. Cuando desesperado el discípulo consiguió levantar la cabeza sacándola a flote escuchó una pregunta: ¿Qué es lo que más has deseado en estos terribles instantes? “El aire” -respondió naturalmente el discípulo. “Pues bien -concluyó el maestro-, has de desear la comunión con Dios con la misma intensidad con la que necesitas el aire que respiras”.
 

La Eucaristía. La celebro al alba, apenas los sueños ceden su puesto a los primeros pasos. A mediodía, cuando el sol en el cénit se muestra majestuosa lumbrera de fuerza y acontecer.  Al atardecer, cuando el alma se serena ante el remanso de las aguas de la febril jornada. Es una exigencia, una pasión, una emoción. Saludamos juntos a  la aurora. Acompañamos la carrera del sol. Le damos las buenas noches al unísono. Yo y Él, Él y yo: El gigante y el niño. La perfección y el pecado. El orgullo y la misericordia. Arrodillado, con las manos extendidas a punto de consagrar, con los pies temblorosos advierto de nuevo el aroma del pan entrar en la piel. El sabor del riesgo. La aventura de la libertad. Cuando salgo, me parece que vuelo. O corro. O camino...
 
¡Qué deseo loco de incendiar el mundo y abrasarlo! ¡Dentro de aquel  cuerpazo de escándalo!

Semana del 23 al 29 de junio

 

Dena

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 21:00 horas.

Lunes: Ramón Meis Vidal. Manuel Martínez González, esposa hija y nieta. Antonia Arosa Iglesias.

Martes: A la Virgen del Carmen a intención de los socios del Santísimo Sacramento.

Miércoles: Julio, Manuela, hijos fallecidos y difuntos de la familia.

Jueves: Por las vocaciones a la vida sacerdotal, religiosa y misionera.

Viernes: Solemne al Sagrado Corazón por la Parroquia.

Sábado: Regina Padín Vázquez. María Luisa Ruel Méndez. José Besada Lamelas, esposa Eugenia, hijo Luciano y difuntos de la familia.

Domingo: Primera a las 9:00 por la Parroquia. Segunda a las 12:00.

 

Villalonga

Intenciones de las Eucaristías. Por la semana a las 20:00 horas.

Jueves: A las 19:00 primer Aniversario de Manuel Carballa Fernández, recordamos a su esposa María Lucinda González Suárez e hijo Manuel.

Sábado: A las 10:30 primer Aniversario de Servando Padín Torres. A las 20:00 Misa por Sara Rodiño Padín, esposa de Pepe Troncoso Poceiro. Tito de Gondariño. Luis Torres Álvarez. Joaquín Vázquez Núñez.

Domingo: A las 10:30 Misa a San Pedro, Solemne por la Parroquia.

domingo, 15 de junio de 2025

EL PÁRROCO CANSÓ Y ABURRIÓ HASTA A MI ABUE

 


Cuando yo era niño, el párroco contaba siempre la misma historia. Relataba que mientras caminaba por la playa, reflexionando sobre el misterio de la Santísima Trinidad, San Agustín, el gran sabio obispo africano, se encontró con un niño que recogía el agua del mar con una concha y la depositaba en un agujero excavado en la arena. “¿Qué estás haciendo? -le preguntó el docto obispo. “Quiero vaciar el mar llenando este agujero” -le respondió el niño. “¿Cómo puedes meter todo este mar tan grande en este pequeño agujero? -observó San Agustín. El niño replicó: “¿Y tú cómo puedes creer que tu pequeña cabeza logre contener la infinita sabiduría de Dios?” Recuerdo que mi abuela, que seguramente había oído aquel relato unas ochenta veces, volviendo de misa primera, un domingo dijo en casa: ¡No sé cómo aún no se ha cansado de jugar con la tierra aquel bendito niño! Creo que ha llegado la hora de que aprenda a labrar la tierra más que a hacer agujeros (no decía arena, era concreta, decía tierra). Mi abuela era demasiado buena mujer para llegar a admitir que el párroco, con la complicidad de San Agustín, había acabado por agotarla con aquella historieta del niño que excavaba. Se olvidaba de los otros ejemplos que el sacerdote usaba para hablar de la Trinidad: el trébol, el triángulo, la aritmética, la geometría: era claro que la dejaban indiferente. Estaba más tranquila y segura cuando cogiendo hilo y aguja para zurcir calcetines exclamaba: “Gloria Patri et Filio et Spiritui Sancto” en un latín más o menos macarrónico.
 

Ved, mi abuela había comprendido una cosa excepcional, aunque no había ido al colegio. Había comprendido que era un ejercicio de soberbia el tratar de buscar meterte en la cabeza a la Santísima Trinidad. Porque para ella era como afirmar el ser capaz de explicar el misterio de Cristo. Mi abuela prefería arrodillarse y rezar. La recuerdo absorta, ausente, rodeada de aquella belleza propia de quien desflora el Misterio. Es impresionante: en la oración la pequeñez contiene lo Infinito, la vejez guarda el Misterio, en la nada se esconde el Todo. No tenía grandes capacidades intelectuales pero había intuido que la curiosidad no sacia en el encuentro con Cristo. Guiar es acompañar a una persona a descubrir paso a paso, a través de un camino surcado de maravillas, de estupor, de sorpresa. Un camino que más acerca  y más te hace sentir tu insignificancia. Un camino en el que el Espíritu Santo necesita alumnos acostumbrados a estar de rodillas ante Cristo Jesús. 


Resulta imposible no conmoverse ante el relato del libro de los Proverbios en el que contemplamos a este Dios en su intento de diseñar a la perfección y con delicadez su obra maestra. Un Dios entretenido en fijar los cielos, calculando lo ancho y lo alto; que traza un círculo en los abismos; que recoge con sus manos las nubes impetuosas y las condensa; un Dios que como un fotógrafo obsesionado fija los manantiales, traza con su mirada los límites de los mares. Un Dios que como arquitecto proyecta y dispone los cimientos de la tierra. Y la sabiduría, igual que una mujer enamorada de su Tesoro, era su delicia y saltaba ante Él en todo momento. 
 
Casa natal de Don Bosco en Castelnuovo
 
Mientras en España en el segundo tercio del siglo XIX,  con el inicio de  las guerras carlistas empieza una lucha fratricida que devastará el país, mientras en Francia se gesta una revolución burguesa que instaurará una monarquía constitucional suplantando a los Borbones por los Orleans y mientras en Inglaterra se construyen las primeras líneas de ferrocarril que unirán las grandes ciudades industriales, Juan Bosco ordeñaba vacas en un pequeño caserío de las tierras del Monferrato, en el Piamonte. Pero había empezado a hablar con Dios. Comenzó a rezar. Es decir, empezó a ser el vértice de sí mismo. Aún más: empezó a convertirse en sabio. Es una cosa formidable pensar que cuando rezas, prestas tu voz al mundo. Las cosas no entienden nada, pero tú puedes hacerlas cantar, rezar, resplandecer. Tú puedes ser el cantor enamorado del universo. ¡Y esto es gigantesco! Te arrodillas y sientes en tu piel que todo habla de Él. Los atardeceres entre estrellas, el agua, la tierra, las cascadas, las tormentas y el juego de los niños. Los ojos y las manos, los lloros y los amores, la armonía y la dulzura. 
 

Mi abuela no me explicó nunca el misterio de la Trinidad. Te digo más: quizás no supo nunca qué era la Trinidad en Teología. Era ignorante al lado de mis profesores en el Seminario, pero poseía una sabiduría que nadie más me ha trasmitido. Un día le pregunté: Abuela, ¿qué son estas tres personas que se convierten en una? Me hizo un signo como diciéndome que me olvidara de eso y me dijo: Tú piensa cómo cuando me abrazas. Más o menos así. Un abrazo: los brazos de Dios que acogen a quien se fía de Él. ¡Increíble! Esta es la fe sencilla a la que aspiro siempre, la fe que me emociona, que me hace llorar, que me hace sentir pequeño o gigante, que sosiega mi nerviosismo, que me serena el alma, que alimenta mi ternura. 
 
Aprovechémonos de ese abrazo que nos derrite  y nos recompone al mismo tiempo. Necesitamos rezar porque necesitamos derretirnos, curarnos del cuello estirado, ser capaces de gestos tiernos. Sin la oración nos volvemos áridos, con rostros apagados, inmóviles, momificados. Con ella nos volvemos ligeros, desenvueltos, sueltos, comunicativos. Si pienso que mi abuela con aguja e hilo y un huevo de madera hablaba con Dios mientras zurcía mis calcetines, me avergüenzo. Pero me conmuevo porque aún la siento cercana invitándome a rezar para sosegarme y abandonarme a Él. 
 
Yo me enfado y Él me dice: Perdona. Yo tengo miedo y Él me dice: Ánimo. Tengo dudas y me dice: Confía. Estoy nervioso y me dice: Tranquilízate. Yo quiero estar cómodo y Él me dice: Sígueme. Y hago proyectos y Él me dice: Bórralos. Yo quiero seguridades y Él me dice: Déjalo en mis manos. Quiero revancha y Él me dice: Mañana, hoy no. Pienso en la venganza y Él me dice: No te servirá de nada. Yo quiero ser grande y Él me dice: Vuélvete un niño. Yo quiero esconderme y Él me dice: ¿Dónde estás? 
 
Todo lo que hago me parece fuera de lugar. No entiendo a Jesucristo. Quisiera buscarme un Maestro menos exigente. Pero no conozco a ninguno que como Él tenga palabras de vida eterna.

Semana del 16 al 22 de junio

 

Dena

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 21:00 horas.

Lunes: No habrá Misa.

Martes: Por María del Carmen Camiña Dopazo.

Miércoles: Comienza la Novena al Sagrado Corazón de Jesús. A las 20:30 Rosario, Novena y Misa por Carmen Dopazo Padín, Manuela Insua Horta y esposo.

Jueves: Rosario, Novena y Misa a Santa Lucía, una devota.

Viernes: A las 19:00 primer Aniversario de Manuel Salgueiro Torres. A las 20:30 Rosario, Novena y Misa por Adonis García Dopazo y esposa Lola.

Sábado: A las 10:30 primer Aniversario de Juanita Cacabelos Vidal. A las 20:30 Rosario, Novena y Misa por José Luis Rey Castro y difuntos de la familia.

Domingo: Primera a las 9:00. Segunda a las 13:00 Misa Solemne al Santísimo Sacramento, por la Parroquia.

 

Villalonga

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 20:00 horas.

Jueves: Por la Parroquia.

Sábado: Por Pastora Fernández Méndez. Carmen Rivera Pérez. Ricardo Tilve Varela.

Domingo: A las 11:00 por José Luis Lago Oubiña.

domingo, 8 de junio de 2025

TRASTORNOS, HURACÁN, PENTECOSTÉS, FINALMENTE

 

No damos la talla, no bromeemos. No, no estamos a la altura. Nadie que tenga una mínima dosis de realismo puede verdaderamente hacerlo. No somos capaces de anunciar el Reino con suficiente transparencia, con mínima coherencia, con la pasión necesaria. El mundo explota en su misma crisis y en su incurable agresividad y también nosotros hemos sido contagiados y abrumados. Y sentimos el peso de nuestra fragilidad personal y comunitaria. 
Esta historia de confiar a la Iglesia, a esta Iglesia, las riendas del Reino ha sido una broma, o un engaño o una locura. Seamos serios. Es lo que se han dicho durante horas los impávidos discípulos reunidos en el Cenáculo. Jesús realmente se ha ido y ellos deben comprender qué han de hacer. Anunciar el Reino, de acuerdo. ¿Dónde, cómo, a partir de cuándo, diciendo qué?
Fuera aún se respira un mal ambiente para los discípulos del Nazareno. ¿Por qué razón masoquista tendrían que salir y hacerse arrestar de nuevo? Pedro y los otros lo saben muy bien, lo han experimentado en su propia piel: no están a la altura del encargo. ¡Diantres, pero si sólo hace un mes habían huido con el rabo entre las piernas! ¿Cómo esperar una diferente reacción, un comportamiento a la altura de la situación? Piensan y discuten los apóstoles. Algunos se hacen un poco los valientes pero cabizbajos. No tienen fuerza, no solos, no ahora. 


Se está levantando el viento. Extraño, en Jerusalén esto no suele suceder en primavera. No es un viento: es el huracán. Un huracán que les arranca de sus certezas, que los devasta, que los estropea y los desmelena, en una palabra, que los convierte. El fuego baja al corazón y los consume. El terremoto derriba sus pequeñas certidumbres y sus ansiados proyectos. No, ciertamente, no pueden llevarlo a cabo. De acuerdo. 
Será el Espíritu que actuará. Ha llegado, el don anunciado por el Resucitado. Es más loco y anárquico de como nadie osase imaginárselo. Más que cualquier otra luz, más que cualquier convicción o determinación, más que cualquier proyecto o plan pastoral. He aquí el Espíritu. El corazón está repleto, salen por las calles, paran a los peregrinos de paso en Jerusalén por Pentecostés. Hablan del Maestro, lo profesan Mesías y Señor y presente. Ha llegado el Espíritu. Pentecostés. Los evangelistas se divierten jugando con nosotros.  Picándonos y sacudiéndonos de encima el síndrome de “lo sabemos ya todo”. Cada uno de ellos bromea y nos provoca: ¿Cuándo ha bajado el Espíritu? Juan dice que Jesús dona el Espíritu desde lo alto de la Cruz, muriendo. O quizás en el atardecer de Pascua, apareciéndose a los discípulos. O a juicio de Lucas, en la fiesta hebrea de Pentecostés. Enigmas a desvelar para llegar a comprender quién es el Espíritu. 

El Espíritu nace de la Cruz porque la Cruz manifiesta la medida del amor de Dios que es el Espíritu. Es don total, definitivo, vital. El Espíritu es regalo del Resucitado y lleva consigo los dones de la paz de corazón y la capacidad de perdonar. El Espíritu es la Nueva Ley que sustituye aquella dada por Dios a Moisés en el Sinaí, la fiesta que los judíos festejaban en el día de Pentecostés. Ahora  la Ley se encuentra escrita en los corazones y es el Espíritu que nos la recuerda.
Finalmente. El Consolador, para erradicar toda soledad, para hacer de la Iglesia la compañía de Dios a los hombres. El Vivificador, para arrancar el asfalto y cualquier otra costra de las que obstinadamente recubren el rostro de Dios y la Palabra. El Paráclito para defendernos del miedo y de la parte oscura que hay en nosotros y que nos turba impidiéndonos ser verdaderamente discípulos. El Sugeridor, para recordar a los discípulos lo que nos ha dicho Jesucristo cuando nos olvidamos de ello. Él reconstruye los lenguajes, nos da la gracia de comprendernos, de comunicar. Supera la arrogancia del hombre que construye torres para manifestar la propia fuerza y usa el lenguaje del poder que no hace comprender, que confunde, que aleja. Pentecostés es el Antibabel, el otro modo de comprenderse, unidos en la misma búsqueda interior. 
He aquí el fuego, que calienta e ilumina, que indica un camino en la noche. He aquí la nube, que mantiene alejados a los egipcios e ilumina el camino del pueblo que huye hacia la libertad del corazón, la niebla que desplaza cualquier otro punto de referencia para confiar en Dios únicamente. He aquí el viento que sopla donde quiere: hemos de ser nosotros los que orienten las velas para recogerlo y ponernos a navegar. He aquí el terremoto que socava desde lo hondo. He aquí la paloma, portadora de buenas noticias, cuando vuelve a las manos seguras de Noé que la ha enviado para saber si el diluvio ha acabado, humilde y dócil. 

Prudencia. Al Espíritu encerradlo en el armario, por favor. Es peligroso, devastador, inquietante. Cuando la Iglesia se sienta o se enroca hace nacer santos que la vuelcan. Cuando pensáis que vuestra vida ha acabado, aniquilada, os abre la mirada del corazón. Cuando nuestras parroquias languidecen, se clericalizan, se vacían, se acostumbran, se cansan, se iluden, Él sacude los cimientos, derriba los palacios de la retórica y nos impulsa a salir a las calles de nuestro barrio a decir “Dios”. 
Todo el relato parece una escena cómica en la que el Espíritu la lía y los apóstoles corren en vano buscando comprender qué hacer verdaderamente. Es el Espíritu el que guía a la Iglesia, aunque busquemos continuamente corregir el rumbo. Es Él, si quieres, el que puede orientar la vida hacia los caminos de la santidad. Es Él el que sopla, a pesar de todo.