domingo, 18 de noviembre de 2018

INVITADOS A PONER UN BROCHE DE ORO A NUESTRA VIDA



Este domingo es el último en el que leeremos el evangelio de San Marcos. El fragmento, que hoy habla sobre la crisis y al mismo tiempo sobre la esperanza, no profetiza tanto sobre el fin del mundo como sobre el significado del mundo. 

La primera verdad es que el mundo es frágil: “en aquellos días el sol se oscurecerá, la luna no reflejará ya su luz, las estrellas caerán del cielo”. Y no sólo el sol, la luna y las estrellas sino también las instituciones, la sociedad, la economía, la familia y nuestra misma vida son muy frágiles.

Pero la segunda verdad es que cada día hay un mundo que muere, pero cada día hay un mundo que nace. Caen muchos puntos de referencia, viejas cosas son quebradas y fracturadas: costumbres, lenguajes, comportamientos, pero hay también aromas de nuevas primaveras. La esperanza tiene la imagen de las primeras hojitas de higuera: “Aprended de la higuera, cuando brotan las hojas, sabed que el verano está cerca”.


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En medio de la fragilidad dramática de la historia podemos intuir cómo salir de la oscuridad de la noche a la luz, tal como sucede en los dolores del parto, como en el paso de la primavera al verano. Bien venidas las sorpresas de la primavera que desmantelan todo aquello que merece ser borrado. ¡Cuánto morir para que la vida nazca! decía el sacerdote rosminiano y poeta Clemente Rébora (1885-1957) “Sia´m la mort una major naixença” (Séame la muerte un nacimiento en grande.) afirmaba en su Canto Espiritual nuestro gran poeta Joan Maragall. Pero después se trata de reconstruir basándonos en dos puntos fuertes. 

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El juicio final (Capilla Sixtina)
El primero: “cuando veáis estas cosas sabed que Él está cerca, que el Señor viene”. Nuestra fuerza es que "Dios no ha cerrado su corazón y su camino pasa todavía por  nuestro mar de Éxodo, inquieto mar, mar profundo, aunque no vemos sus pasos. (Salmo 77,20).     De nosotros se espera que secundemos su creación. Como un barco que no se angustia por la ruta porque tiene a su favor el viento de la vida.

El segundo  es nuestra propia fragilidad. Debido a su fragilidad, el hombre busca apoyo, busca vínculos y amor. Somos tan frágiles que necesitamos del otro. Y es apoyando una fragilidad sobre otra cómo sostenemos al mundo.
Dios está dentro de nuestra búsqueda de apoyos, se hace presente a través de las personas que amamos. "Toda carne está empapada de alma y húmeda de Dios"  afirmaba  el gran intelectual cristiano  Jean Bastaire (1927-2013).  Nuestras familias  y amigos son el lenguaje de Dios, la catequesis diaria, el toque de su presencia y sacramento de su gracia.
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Ellos son como las estrellas, muchos. Nos fijamos en ellos para no perder las oportunidades de nuestro tiempo. Para que no se disipe el tesoro de bondad de nuestro tiempo; el tesoro que germina y brota, como las hojas de la primavera, en cada uno de nuestros hogares.
Estamos en el último domingo del año litúrgico antes de la fiesta de Cristo Rey. Toda la liturgia de hoy nos propone una reflexión de la que os propongo  tres pistas:
1. Todos estamos esperando el cumplimiento de una meta. Toda nuestra vida se encuentra en espera de plenitud. Es por ello que muchas veces nunca estamos contentos del todo  con lo que somos, nos gustaría algo más y mejor.
Nuestro objetivo debe ser el poner un broche de oro, un final digno a nuestra vida, un significado más preciso. Y para ello ¡cuántos golpes y cuántas veces experimentamos la oscuridad dentro de nosotros! Pero llegará un día en que podremos ver al Hijo del Hombre venir sobre las nubes con gran poder y gloria.
2. Es en medio a las dificultades de la vida cuando soñamos con un mundo futuro diferente. Hay muchos signos que nos rodean y que nos invitan a disfrutar de la vida porque esta es hermosa. Pero eso no lo podemos gustar de inmediato, podemos vivirlo únicamente como una esperanza futura. Jesús no vendrá  tanto para juzgar negativamente a las personas como  para salvar a sus escogidos, a mostrarnos un camino verdadero que  sin embargo no acabaremos de recorrer totalmente en esta vida.
3. Finalmente pienso en  la cantidad de palabras que desperdiciamos en vano. Palabras que duelen, que son duras como una piedra, o tal vez  palabras que pronunciamos sin pensar. Sólo la Palabra de Jesús da sentido a nuestra vida, a nuestro crecimiento, ya que nos da la vida eterna, una palabra que nunca se apaga.
Es por ello que todos los días estamos llamados a meditar sobre el evangelio. De esta manera aprenderemos a utilizar menos palabras, para poner en el centro a la Palabra. Que el Señor pueda siempre iluminar nuestra vida para hacernos disfrutar de la riqueza de estar aquí, para vivir una vida completa al máximo, con la mirada puesta en la eternidad de allí que nos espera. Os deseo un buen domingo.
Mn. Francesc M. Espinar Comas

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