En este domingo se nos habla de talentos, de juicio, de premio, de la mujer virtuosa, de la vigilancia cristiana, en resumen “demasiada ropa para tan poco jabón” que somos tú y yo.
En realidad es un domingo de propuesta de parte de Dios y no de condena, es un domingo para sopesar el riesgo. Desde niño pensé que la parábola de los talentos podía contar la pésima jornada de un empleado que tranquilo iba por libre y que el amo escoge poniéndolo en un auténtico compromiso. Sí, porque cuando le da el talento lo pone ante un precipicio. ¿Sabéis cuánto vale un talento? Casi treinta kilos de oro. Más de lo que jamás hubiera visto y soñado. ¿Qué tenía en mente el amo?
Esta debe ser la pregunta que se debió hacer aquel desgraciado y es la pregunta que recae sobre nosotros: ¿qué quiere Dios de mí? Y en la respuesta manifestamos lo que pensamos de Él, de nosotros y de nuestra vida.
Opción 3ª: ¡Mira qué bueno es Dios conmigo! Me está dando una oportunidad de nuevo. Dios me quiere. Tengo la posibilidad de reaccionar y no replegarme sobre esos caprichos y deseos que no me llevan a ninguna parte. Reacción: ¡Qué hermoso es tener un Dios como éste, que es Padre, que me da cada día la vida de nuevo, que me hace feliz. Es como para decirle que sí, como María, con miedo y confianza: levanto el ancla, suelto amarras, izo las velas y zarpo…
Es hermosa la tercera opción, ¿verdad? Pero no es sólo bonita, es la justa, la verdadera. Es el camino de los santos. ¿Pero cómo se lleva a cabo en la práctica? Basta fijarse en las lecturas: en la primera lectura, la de la mujer virtuosa, más allá de los estereotipos femeninos, nos está hablando de una mujer con un talento fenomenal: la capacidad de amar con un amor delicado, inteligente, fecundo, valiente, y a veces desesperado (pensad en las madres que luchan por sus hijos enlodados con la droga). Este talento hay que hacerlo descubrir a las nuevas generaciones: muchos están siempre pensando en las cuestiones sociales y políticas esperando que al menos esa vida sea vagamente afectiva…
En la segunda lectura se nos habla de vigilancia: vivir con la suficiente fuerza como para permanecer fieles a este amor, fieles porque hemos experimentado el amor de Dios y no nos dejamos seducir en la vorágine de la mal llamada “normalidad”, porque nuestra vida es especial (Dios la ha hecho así) y yo he de vivir como “agraciado”, aunque sólo sea porque Dios ha usado conmigo misericordia.
Ahora hagamos el test:
1º ¿Cuáles son los talentos que Dios me ha dado?
2º ¿Cómo los estoy usando?
3º ¿Acaso no es Dios bueno conmigo?
En la Santa Misa, Jesús el Señor se te entrega a sí mismo (cuerpo, sangre, alma y divinidad), y eso creo que al parecer es ser bueno…Si no encuentras talentos (respuesta evidentemente errónea) intenta darte cuenta de que el Señor en la sagrada comunión está dándose a ti. Empieza quizás por aquí. Es un buen punto de partida.
No tengamos miedo: podemos acercarnos enfermos al Señor, como hizo la hemorroisa, convencidos de que con sólo tocarle el manto podremos curarnos. Y si creemos que estamos muertos y no hay nada que hacer, acerquémonos al Señor como aquel jefe de la sinagoga, convencidos de que si Él nos impone las manos, viviremos. Démoslo por cierto y seguro: el Señor nos dará la mano y nos levantaremos de nuestra postración. (Mt. 9,18-26 perícopa evangélica domingo XXII desp. de Pentecostés-f.e)
Fr. Tomás M. Sanguinetti
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