domingo, 7 de septiembre de 2025

EN TIEMPOS DE CRISIS, CRISTO ABRE UNA CONSTRUCTORA

 


La afición edificativa es una pasión de la familia: ya el Padre –y estábamos únicamente en los inicios- mostró el conocer bien las reglar que dominan el abecedario de las construcciones. Él mismo, retratista incomparable, construyo lo inimaginable, la primera Creación de la Historia. Lo que el hombre hizo después de aquella semana no fue otra cosa que el tentativo de imitar el poder creador de su Dios: casas y caminos, tiendas y recorridos, trayectorias y esperanzas. Torres, tantas torres alzadas hacia el cielo: el deseo de competir y guerrear con Dios nunca se ha adormecido durante el curso de los siglos. Una empresa que hizo historia fue aquella ambientada en la llanura de Sennaar, en la porción de tierra próxima a Babel: los descendientes la conocieron como el lugar donde aconteció la más grande fallida empresarial de la historia de la humanidad. De aquel proyecto ambicioso y falaz, quedan restos en el polvo de aquella llanura: punto y aparte. 
 
Después de la obra de Babel, otras obras fueron iniciadas por la sociedad humana: algunas conocieron un buen final, otras fracasaron, otras hicieron historia por haber sido trazos de un sueño megalómano y mal calculado. De un sueño pensado e imaginado sin levantar por un instante la vista hacia el cielo: un colosal error de perspectiva.


De Padre a Hijo, aquella pasión edificativa la llevó a sus espaldas el Cristo de los Evangelios. Experto carpintero, por aquellos años pasados en el taller de Nazaret, no desdeñó el acercarse a otras profesiones, mostrando una maestría sorprendente en pesca, meteorología, agronomía y floricultura, en la vida y en la muerte. Sin por ello perder la pasión del Padre: mostró que de “buen palo buena astilla” tal como diría la gente del pueblo, y que podía apañárselas en todo lo que a construcciones de casa se refería. Recomendó siempre construir mejor sobre la roca que sobre la arena, proyectó sueños y organizó viajes. Buscó por encima de todo explicar al hombre que tras toda construcción de incomparable belleza y alegría, detrás debe haber un proyecto, una visión casi una anticipación de la realización. Porque del Antiguo al Nuevo Testamento cambiaron muchas cosas pero una siempre ha permanecido la misma: quien quiere hacer algo grande (sobretodo embarcarse hacia el reino de los cielos) no puede improvisar.
 

Quiere quiera construir una torre, y ese es un sueño bellísimo, debe enfrentarse a un deseo que se perfila y que pone de manifiesto un sinfín de ladrillos con sus preguntas: ¿quién soy, quién quiero ser, quién soy llamado a ser? Pero esos ladrillos de preguntas no son suficientes para construir. Hay quien colecciona ladrillos-preguntas, quien los evita, quien los pone en un depósito, quien tiene miedo de ellos. ¿Qué hacer pues con los ladrillos-pregunta cuando se quiere construir algo? Es necesario un proyecto, una perspectiva, una regla: es necesario ordenar los ladrillos en vista a una construcción que antes se ha imaginado y deseado. Es la extraordinaria y extravagante propuesta del cristianismo: antes de construir es necesario incubarse en el sueño de Dios, si aquel proyecto es únicamente el nuestro o es también el suyo. Porque la preocupación de Cristo es de aquellas más sencillas: que nadie te devuelve nada si no has hecho bien las cuentas. 
 

No basta pues construir, es necesario un proyecto. Como no basta hablar: es necesario un pensamiento que transmitir. Como por otra parte no basta sólo hacer el bien, es necesario encontrar una manera de hacerlo bien hecho. La historia Le da la razón: muchos pueblos sucumbieron por haber hecho mal las cuentas al principio. Por el contrario, pequeñas construcciones aguantaron el paso del tiempo porque en su pequeñez encajaron la belleza de un proyecto bien hecho. Jesús mostró tener pleno conocimiento de edificaciones o interiores: la intriga de esta su pasión está en que nunca se convirtió en obligación pues fue únicamente una sugerencia. Para que nadie se mofase por la espalda.  

Semana del 8 al 14 de septiembre

 

Dena

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 21:00 horas.

Lunes: Manuel Domínguez Serén, esposa Divina y Dolores Serén Cores.

Jueves: Vicente Grandal, padres Placido y Emérita, suegros Severino y Pura.

Sábado: Miguel Duarte Gómez. José Couto Miniño y esposa Mercedes Oubiña Romay.

Domingo: Primera a las 9:00 por la Parroquia. Segunda a las 12:00 por las intenciones de la familia Arteaga Gómez de la Vega. Difuntos de la familia García San Miguel. Alberto y difuntos de la familia. Intención particular.

 

Villalonga

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 20:00 horas.

Sábado: A las 20:00 por Pepe Troncoso Poceiro. Segundo aniversario de Ana Troncoso Poceiro. Luis Caneda Basdedios. Luis Pita.

Domingo: A las 11:00 A la Virgen de los milagros, una devota.

sábado, 30 de agosto de 2025

Domingo XXII del tiempo ordinario. Ciclo C

 


Reproducimos el comentario a la liturgia dominical realizado por el Papa Benedicto XVI en el Angelus, desde Castelgandofo, del domingo 29 de agosto de 2013 que coincidía con el Domingo XXII del Tiempo Ordinario del Ciclo C.

En el Evangelio de este domingo (Lc 14, 1.7-14), encontramos a Jesús como comensal en la casa de un jefe de los fariseos. Dándose cuenta de que los invitados elegían los primeros puestos en la mesa, contó una parábola, ambientada en un banquete nupcial. «Cuando seas convidado por alguien a una boda, no te pongas en el primer puesto, no sea que haya sido convidado por él otro más distinguido que tú, y viniendo el que os convidó a ti y a él, te diga: “Deja el sitio a este”... Al contrario, cuando seas convidado, ve a sentarte en el último puesto» (Lc 14, 8-10). El Señor no pretende dar una lección de buenos modales, ni sobre la jerarquía entre las distintas autoridades. Insiste, más bien, en un punto decisivo, que es el de la humildad: «El que se ensalza será humillado y el que se humilla será ensalzado» (Lc 14, 11). Esta parábola, en un significado más profundo, hace pensar también en la postura del hombre en relación con Dios. De hecho, el «último lugar» puede representar la condición de la humanidad degradada por el pecado, condición de la que sólo la encarnación del Hijo unigénito puede elevarla. Por eso Cristo mismo «tomó el último puesto en el mundo —la cruz— y precisamente con esta humildad radical nos redimió y nos ayuda constantemente» (Deus caritas est, 35).


Al final de la parábola, Jesús sugiere al jefe de los fariseos que no invite a su mesa a sus amigos, parientes o vecinos ricos, sino a las personas más pobres y marginadas, que no tienen modo de devolverle el favor (cf. Lc 14, 13-14), para que el don sea gratuito. De hecho, la verdadera recompensa la dará al final Dios, «quien gobierna el mundo... Nosotros le ofrecemos nuestro servicio sólo en lo que podamos y mientras él nos dé fuerzas» (Deus caritas est, 35). Por tanto, una vez más vemos a Cristo como modelo de humildad y de gratuidad: de él aprendemos la paciencia en las tentaciones, la mansedumbre en las ofensas, la obediencia a Dios en el dolor, a la espera de que Aquel que nos ha invitado nos diga: «Amigo, sube más arriba» (cf. Lc 14, 10); en efecto, el verdadero bien es estar cerca de él. San Luis IX, rey de Francia —cuya memoria se celebró el pasado miércoles— puso en práctica lo que está escrito en el Libro del Sirácida: «Cuanto más grande seas, tanto más humilde debes ser, y así obtendrás el favor del Señor» (3, 18). Así escribió en el «Testamento espiritual a su hijo»: «Si el Señor te concede prosperidad, debes darle gracias con humildad y vigilar que no sea en detrimento tuyo, por vanagloria o por cualquier otro motivo, porque los dones de Dios no han de ser causa de que le ofendas» (Acta Sanctorum Augusti 5 [1868] 546).

Queridos amigos, mañana recordamos el martirio de san Juan Bautista, el mayor entre los profetas de Cristo, que supo negarse a sí mismo para dejar espacio al Salvador y que sufrió y murió por la verdad. Pidámosle a él y a la Virgen María que nos guíen por el camino de la humildad, para llegar a ser dignos de la recompensa divina.

Semana del 1 al 7 de septiembre

 

Dena

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 21:00 horas.

Miércoles: Dolores Viñas Dopazo.

Jueves: Roberto y Emilio Rivas.

Sábado: Obligaciones del Celebrante.

Domingo: Primera a las 9:00 por la Parroquia. Segunda a las 12:00 por las intenciones de la familia Arteaga Gómez de la Vega. Difuntos familia García San Miguel. Alberto y difuntos de la familia. Intención Particular.

 

Villalonga

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 20:00 horas.

Jueves: Carmen a Paparola. Juan Rey Carballa, da Xuncabranca.

Sábado: Francisco Germán Castro Álvarez, de Gondariño. Manuel Albino García Camiña, do Cruceiro. Silveria Buezas Pérez y esposo Manuel Souto Torres. Dolores Pérez Viñas y esposo Servando Buezas Radío.

Domingo: Dolores Torres Lores y esposo Amancio. Familia Astray Sanmartín.

domingo, 24 de agosto de 2025

Domingo XXI del tiempo ordinario; ciclo C.

 

 
Ofrecemos el comentario a la liturgia dominical realizado por el Papa Benedicto XVI el 26 de agosto de 2007, desde Castelgandolfo, que coincidía con el Domingo XXI del Tiempo Ordinario del ciclo C.
 
También la liturgia de hoy nos propone unas palabras de Cristo iluminadoras y al mismo tiempo desconcertantes. Durante su última subida a Jerusalén, uno le pregunta: "Señor, ¿serán pocos los que se salven?". Y Jesús le responde: "Esforzaos en entrar por la puerta estrecha. Os digo que muchos intentarán entrar y no podrán" (Lc 13, 23-24). ¿Qué significa esta "puerta estrecha"? ¿Por qué muchos no logran entrar por ella? ¿Acaso se trata de un paso reservado sólo a algunos elegidos?

Si se observa bien, este modo de razonar de los interlocutores de Jesús es siempre actual: nos acecha continuamente la tentación de interpretar la práctica religiosa como fuente de privilegios o seguridades. En realidad, el mensaje de Cristo va precisamente en la dirección opuesta: todos pueden entrar en la vida, pero para todos la puerta es "estrecha". No hay privilegiados. El paso a la vida eterna está abierto para todos, pero es "estrecho" porque es exigente, requiere esfuerzo, abnegación, mortificación del propio egoísmo.
 
Una vez más, como en los domingos pasados, el evangelio nos invita a considerar el futuro que nos espera y al que nos debemos preparar durante nuestra peregrinación en la tierra. La salvación, que Jesús realizó con su muerte y resurrección, es universal. Él es el único Redentor, e invita a todos al banquete de la vida inmortal. Pero con una sola condición, igual para todos: la de esforzarse por seguirlo e imitarlo, tomando sobre sí, como hizo él, la propia cruz y dedicando la vida al servicio de los hermanos. Así pues, esta condición para entrar en la vida celestial es única y universal.


En el último día —recuerda también Jesús en el evangelio— no seremos juzgados según presuntos privilegios, sino según nuestras obras. Los "obradores de iniquidad" serán excluidos y, en cambio, serán acogidos todos los que hayan obrado el bien y buscado la justicia, a costa de sacrificios. Por tanto, no bastará declararse "amigos" de Cristo, jactándose de falsos méritos: "Hemos comido y bebido contigo y tú has enseñado en nuestras plazas" (Lc 13, 26). La verdadera amistad con Jesús se manifiesta en el modo de vivir: se expresa con la bondad del corazón, con la humildad, con la mansedumbre y la misericordia, con el amor por la justicia y la verdad, con el compromiso sincero y honrado en favor de la paz y la reconciliación. Podríamos decir que este es el "carné de identidad" que nos distingue como sus "amigos" auténticos; es el "pasaporte" que nos permitirá entrar en la vida eterna.
 
Queridos hermanos y hermanas, si también nosotros queremos pasar por la puerta estrecha, debemos esforzarnos por ser pequeños, es decir, humildes de corazón como Jesús, como María, Madre suya y nuestra. Ella fue la primera que, siguiendo a su Hijo, recorrió el camino de la cruz y fue elevada a la gloria del cielo, como recordamos hace algunos días. El pueblo cristiano la invoca como Ianua caeli, Puerta del cielo. Pidámosle que, en nuestras opciones diarias, nos guíe por el camino que conduce a la "puerta del cielo".

Semana del 25 al 31 de Agosto.


Dena

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 21:00 horas.

Lunes: No habrá Misa.

Martes: José Dopazo y esposa Pilar Duran.

Miércoles: Intenciones familia Arteaga Gómez de la Vega.

Jueves: Intenciones familia Arteaga Gómez de la Vega.

Viernes: No habrá Misa.

Sábado: Por María Luisa Ruel Méndez. Luisa Camiña Torres, nieto José y difuntos de la familia. Marina López González, esposo Manuel e hijos Manolito y José Luis.

Domingo: Primera a las 9:00 por la Parroquia. Segunda a las 12:00 por Dolores Camaño Pérez e hijos fallecidos. Milagros Vidal Riveiro, esposo Horacio y madre Eladia. Intenciones familia Arteaga Gómez de la Vega. Difuntos familia García San Miguel. Alberto y difuntos de la familia. Intención particular. Manuel Vidal Domínguez.

 

Villalonga

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 20:00 horas.

Jueves: Por la Parroquia.

Sábado: Por Sara Rodiño Padín, esposa de Pepe Troncoso Poceiro. Tito de Gondariño. Pastora Fernández Méndez. Carmen Ribera Pérez. Rosa de Benedicta y esposo Juan o Cacharelo. Amelia de Benedicta y esposo Guillermo o Cereiro. Joaquín Vázquez Núñez. Luis Torres Álvarez.

Domingo: Misa a las 11:00 por la Parroquia.


domingo, 17 de agosto de 2025

Domingo XX del tiempo Ordinario. Ciclo C.

 


Comentario de la liturgia dominical realizado por el Papa Benedicto XVI en el Angelus del domingo 18 de agosto de 2007, en Castellgandolfo, que coincidía con el Domingo XX del Tiempo Ordinario del Año C.
 
En el evangelio de este domingo hay una expresión de Jesús que siempre atrae nuestra atención y hace falta comprenderla bien. Mientras va de camino hacia Jerusalén, donde le espera la muerte en cruz, Cristo dice a sus discípulos: "¿Pensáis que he venido a traer al mundo paz? No, sino división". Y añade: "En adelante, una familia de cinco estará dividida: tres contra dos y dos contra tres; estarán divididos: el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra" (Lc 12, 51-53). Quien conozca, aunque sea mínimamente, el evangelio de Cristo, sabe que es un mensaje de paz por excelencia; Jesús mismo, como escribe san Pablo, "es nuestra paz" (Ef 2, 14), muerto y resucitado para derribar el muro de la enemistad e inaugurar el reino de Dios, que es amor, alegría y paz. ¿Cómo se explican, entonces, esas palabras suyas? ¿A qué se refiere el Señor cuando dice —según la redacción de san Lucas— que ha venido a traer la "división", o —según la redacción de san Mateo— la "espada"? (Mt 10, 34). 


Esta expresión de Cristo significa que la paz que vino a traer no es sinónimo de simple ausencia de conflictos. Al contrario, la paz de Jesús es fruto de una lucha constante contra el mal. El combate que Jesús está decidido a librar no es contra hombres o poderes humanos, sino contra el enemigo de Dios y del hombre, contra Satanás. Quien quiera resistir a este enemigo permaneciendo fiel a Dios y al bien, debe afrontar necesariamente incomprensiones y a veces auténticas persecuciones. 

Por eso, todos los que quieran seguir a Jesús y comprometerse sin componendas en favor de la verdad, deben saber que encontrarán oposiciones y se convertirán, sin buscarlo, en signo de división entre las personas, incluso en el seno de sus mismas familias. En efecto, el amor a los padres es un mandamiento sagrado, pero para vivirlo de modo auténtico no debe anteponerse jamás al amor a Dios y a Cristo. De este modo, siguiendo los pasos del Señor Jesús, los cristianos se convierten en "instrumentos de su paz", según la célebre expresión de san Francisco de Asís. No de una paz inconsistente y aparente, sino real, buscada con valentía y tenacidad en el esfuerzo diario por vencer el mal con el bien (cf. Rm 12, 21) y pagando personalmente el precio que esto implica. 

La Virgen María, Reina de la paz, compartió hasta el martirio del alma la lucha de su Hijo Jesús contra el Maligno, y sigue compartiéndola hasta el fin de los tiempos. Invoquemos su intercesión materna para que nos ayude a ser siempre testigos de la paz de Cristo, sin llegar jamás a componendas con el mal.