domingo, 29 de noviembre de 2015

Glosa dominical



EL MISTERIO INFINITO DILATA LO FINITO
En los últimos decenios, los fieles que van a misa advierten en muchos lugares cómo se ha puesto de moda dedicar casi cada domingo a una intención, a un problema, a una categoría de personas, a un acontecimiento de trascendencia importante para la vida de la comunidad cristiana. Esta tendencia hace que la pureza lineal del año litúrgico desaparezca tras los nobles intereses del momento. La consecuencia es que la fuerza pedagógica de la Liturgia se diluye ante la necesidad de sensibilizar, de formar, de ayudar, en una palabra, de comprometer a la comunidad con las urgencias del momento. Quizás ha llegado el momento de volver a la esencialidad de la Liturgia para redescubrir la belleza y el papel insustituible en la formación de la personalidad del creyente y de la comunidad. 

Iniciando el año litúrgico con el primer domingo de Adviento, a pesar de la crisis económica que se cierne sobre nuestra sociedad, las calles se llenan de luces atractivas, para que a pesar de todo, la Navidad consumista no se apague. Hoy más que nunca la comunidad creyente, convertida sociológicamente en minoría, tiene la posibilidad de redescubrir la riqueza de aquello que posee como un regalo para vivir y disfrutarlo. ¿Qué puede significar el inicio del año litúrgico para un mundo globalizado en busca de reorganización, gobernado por las leyes del mercado y las finanzas, en el cual toda ideología se ha disuelto, toda certeza y todo valor ético se ha relativizado? ¿Únicamente queda la nostalgia de una improbable “Blanca Navidad”, esperando que baje del cielo un romántico “latido de amor”? ¿Sólo subsiste un susurro de ternura que por unos momentos reúna en torno al pesebre, o peor aún, alrededor de un opíparo banquete, a una familia cuyos ritmos de vida normalmente están marcados por compromisos urgentes que tienden a relativizar las relaciones personales?
La liturgia vuelve a proponer el inicio del ciclo litúrgico, el Adviento: la comunidad creyente no puede eximirse de interrogarse sobre la pregunta fundamental, en el sentido antes expresado, si no quiere acabar únicamente continuando de manera cansina la Navidad en sus aspectos folclóricos.
El Concilio Vaticano II se inició justamente con la reforma litúrgica auspiciando que la Iglesia“viviendo su propia fe, celebrase el misterio y celebrándolo, lo viviese”. La liturgia es pues la memoria viva del Misterio de Cristo.
Hoy para nosotros todo comienza por aquí: por la fe en que creemos y que celebrando vivimos. Todo adquiere sentido según la seriedad de nuestra fe: “es tiempo de despertarse del sueño” escribe san Pablo a los Romanos. Hoy, las circunstancias de la vida nos estimulan a descubrir la frescura de la fe despertándola del letargo con el que corremos el riesgo de entumecerla.
¡El inicio del año litúrgico es sobre todo un despertar, un abrir los ojos, la mente y el corazón porque la vida renace! Pero es el despertar a una luz que viene de lo alto, el renacimiento del regalo de una vida que regenera el mundo: la experiencia de la fe no es una ideología, ni una ética: sino un encuentro con una persona, Jesucristo. La liturgia introduce al creyente en este encuentro personal y lo conduce, en el curso del año litúrgico, a la transformación de la vida en Cristo, no sólo por su imitación, sino por la fuerza moral de la presencia activa del mismo Cristo.
La liturgia es el centro de la experiencia de la fe en Cristo, el Hijo de Dios que en Jesús de Nazaret se hizo carne del hombre, nacido de una mujer, hasta compartir la muerte y la debilidad humana para que resucitase de nuevo en la plenitud de la vida del Padre. En su encarnación y en su pasión y resurrección, apareció todo el Amor de Dios para el hombre frágil, débil y pecador.  El mal y la muerte no son el término de la aventura del hombre y del mundo: el punto más oscuro de la fragilidad, de la aniquilación, de la falta de sentido, se convierten en el triunfo de la vida y del Amor.
C:\Users\FRANSESC\Desktop\adviento.jpgCon la muerte de Jesús en la cruz, irrumpe  en el mundo el amor que vence a la muerte: la vida renace.
Y todo se ilumina: todo lo que el hombre construye tiene sentido, no como tentativa ilusoria de ponerse las alas con que ser capaz de ir más allá de su límite, sino como una expresión de su irrefrenable y cada vez mayor necesidad de un espacio abierto al amor: las alas que el hombre quiere construirse, son un regalo concedido sólo cuando cree que su pequeña vida es un don infinito inagotable.
El año litúrgico es la irrupción del Eterno, del Infinito en el tiempo; del sentido de aquello que parece no tenerlo: en la cotidianidad de nuestras experiencias, con las alegrías y esperanzas, las decepciones y las tristezas, está presente la luz, la fuerza y el amor de Cristo.
En Adviento la Iglesia retoma el camino de la fe, dentro de la historia, con la certeza de una luz que la ilumina y una fuerza que la salva. Y aquí reside el desafío: no puede dar por descontado lo que para la humanidad de hoy ya no lo es. No es posible que la humanidad toda entera no participe hasta desde la raíz de la situación en la que el hombre de hoy vive. Y eso si no quiere que la experiencia litúrgica sea sólo una formalidad que sobrevive como una agotada añoranza del pasado.
C:\Users\FRANSESC\Desktop\image-ahr0cdovl2jsdwjlzgj1awewmto4my9plzm2lzywqtlcnezcqkewqkeymkmzoezgmum2nkm0mdnblmpwzw1.jpgEl hombre hasta esta época jamás se había buscado a sí mismo fuera del marco misterioso y trascendente de una alteridad. La nuestra es la primera civilización en la que el ser humano busca la manera de construirse con sus mismas manos y a la luz de una desmedida conciencia de sí mismo. Quizás ese extremo sueño de emancipación es la nueva manera en la que el hombre de hoy hace presente la arrogancia y la ingenuidad del primer hombre de que habla la Biblia. Toda conciencia humana, también la del creyente, no puede dejar de experimentar malestar.
El Adviento significa vivir la expectativa de Aquel que entra en la vida de la humanidad convencida de su autosuficiencia: hoy quizás significa el deseo que Dios tiene de convencer a los hombres de que sin su amor no es posible una vida fraterna.
C:\Users\FRANSESC\Desktop\voronetjftodoweb.jpegEl creyente sabe que está expuesto a la tentación psicológica de sentirse diferente del mundo, de rechazar la modernidad envuelto en la neblina de las formas religiosas del pasado, adaptando, traduciendo de este modo la conciencia moderna de autosuficiencia.
Vivir la  espera significa para el hombre de hoy en día, un instante de fe pura: en medio del rugido de su poder hacer silencio para percibir si le basta todo lo que ha logrado realizar por sí mismo.  Y si no ha borrado la necesidad de un sentido, de un amor, para dejar irrumpir en él la presencia de un Otro que le da el sabor de la vida que le revela que todo es bello y bueno, sólo si todo es un signo del amor que el Padre desea sea compartido por los hermanos.
C:\Users\FRANSESC\Desktop\vaticanana.pngDios, Jesucristo Hijo de Dios, el hombre y la mujer, la vida, la muerte, el mundo. Entonces todo nos interpela, todo lo que ahora parece haberse desvanecido, renace.
La comunidad creyente comienza el Adviento: el misterio infinito involucra lo finito. La fe es el valor para continuar el viaje, siempre nuevo: el hombre que cierra sus horizontes, porque se engaña creyéndose señor de sí mismo, es limitado. Si continúa sintiéndose frágil, experimenta la venida de Aquel que le dilata la vida hasta el infinito. 

 Adalbert Puigseslloses

Semana del 30 de noviembre al 6 de diciembre.


Dena

Intenciones de las Eucaristías. Por la semana a las 20:00 horas.

Lunes: Por Matilde Barros, esposo e hija María del Carmen. Eugenia Pérez, Francisco Otero Pombo y Dorinda Otero Amado. A las 20:30 Reunión del Grupo Sinodal.
Martes: Por Elisa Fernández Fernández, esposo José; Josefina Agraso Ramos y esposo Manuel.
Miércoles: Por Luis Gondar Cousido y Carmen González Balsa.
Jueves: A las 18:00 horas primer Aniversario de Mucha Fernández Salgueiro. A las 20:00 Misa por Vicente Salgueiro Cacabelos y esposa Digna Lobato Viñas. Julio, Manuela y difuntos de la familia.
Viernes: Por Julio Varela Castro, Carmela Roa Corral; Pepe, Alfredo y difuntos de la familia.
Sábado: Por Lolita Camaño y difuntos de la familia; Domingo Padín Arosa y Aurora Domínguez López. Encarnación Lastres y sus hijos.
Domingo: Primera a las 9:00 por las intenciones de la Parroquia. Segunda a las 12:30 por Margarita Garrido Limeres, esposo Francisco e hijo Celso.

Villalonga

Intenciones de las Eucaristías. Por la semana a las 19:00 horas.

Martes día 1: Por Serafín Filgueiras, Servando y Maricarmen, de Lagarey.
Jueves día 3: A las 19:30 Reunión del grupo sinodal.
Sábado día 5: A las 11:30, primer Aniversario de Apolinar Sabino Lázaro Vázquez. A las 19:00 Misa por Leonor Dominguez, Pedro Vidal y Elisa Prieto. Jacinto Oubiña Radío; Servando Caneda Otero y su madre Carmen, de Piñeiros.

Domingo día 6: Primera a las 10:30 por Carmen Méndez Méndez; Eulalia Muñiz Tacón, da Salgueira, Difuntos de la familia, Obligaciones de su esposo; Dorinda Barreiro Galiñanes y esposo Luis Vidal Fernández; Delfina Míguez Fernández y difuntos de la familia, da Arnosa; Gonzalo Castro Oubiña y Elisa Torres Piñerio; Manuel Torres Lamelas, esposa Francisca, hijo Francisco y esposa Ana. Segunda a las 11:30 por las intenciones de la Parroquia.

domingo, 22 de noviembre de 2015

Glosa Dominical


UN REY PARA VENCER EL MIEDO A LA MUERTE


Independientemente de que lo reconozcamos o no, todos necesitamos un punto de referencia, alguien a quien confiar nuestra vida, nuestras preocupaciones, nuestras dudas: todos buscamos un “Rey”. Incluso las personas aparentemente más autónomas y emprendedoras son aquellas que, en los ámbitos más íntimos de la vida privada, arrastran una necesidad más honda de cuidado y protección. Es la naturaleza humana que es así: nacemos en esta fragilidad y morimos en esta misma fragilidad, hasta el punto de que Jesús mismo, asumiendo nuestra naturaleza, se ha hecho necesitado de cuidados, tanto en la simplicidad del pesebre de Belén como en el dramatismo del Monte de los Olivos y del Calvario. Y si nacimiento y muerte son las dos condiciones extremas en las que el hombre ha de vivir forzadamente confiado, también es cierto que en la edad madura busca compañeros de camino, busca hombros en los que apoyar el dolor, busca una sonrisa en el rostro amigo para compartir la alegría. Es la naturaleza humana que es así, creada así: “No es bueno que el hombre esté solo” es el pensamiento de Dios apenas creó al primer hombre.

¡Sin embargo, cuántas veces somos traicionados en esta necesidad fundamental de protección! Es inútil recordar todos los hechos dolorosos que frecuentemente contemplamos en la crónica de sucesos y que nos descubren a niños víctimas de explotación, de abusos o de violencia por parte de adultos, de aquellos que deberían protegerles; y conocemos cómo experiencias de este tipo marcan irremediablemente el curso sucesivo de la vida. Por ello cuando Jesús, preguntado por sus discípulos sobre cómo hay que rezar, dice simplemente: “Cuando recéis, decid: Padre…” (Lc 11, 2ª) De hecho: “Así dice el Señor Dios: Mirad que yo mismo buscaré a mis ovejas…Yo mismo conduciré mis ovejas a los pastos y las haré reposar...Iré en busca de la oveja perdida y guiaré al redil la descarriada, vendaré aquella herida y curaré a la enferma, cuidaré de la lozana y robusta, las pastorearé con justicia” (Ez. 34,11 ss.)



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“Yo mismo” es lo que nos recuerda la liturgia de hoy. Ezequiel se hace eco de la voz de Dios que se indigna contra los malos pastores, que se pacen a sí mismos en vez de hacerlo con el rebaño. E inmediatamente conforta al pueblo: “Estad tranquilos porque yo estoy, yo intervengo, yo hago justicia”. ¿Cómo? Ciertamente a través de los buenos pastores, entendiendo por buenos pastores aquellos que buscan los intereses de las ovejas, el verdadero bien de éstas. Pero estos pastores, como sabiamente nos recuerda San Agustín en el Discurso a los Pastores, se encuentran reunidos en el único Pastor. No es verdad que puedan faltar buenos pastores: ellos están en el único Pastor. Cuando ellos apacientan, es Cristo el que apacienta a través de ellos. Y aunque vinieran días de nubes y brumas, en los que no encontrásemos buenos pastores, Cristo Buen Pastor nos alcanzará y nos pastoreará. Por ese motivo es necesario que los otros pastores -gracias al Cielo cuando los hay buenos- sean colocados en su justa posición de mediadores, mientras Él, Cristo, sea nuestro único Rey, el único al que obedecer, el único al que prestar todo el oído, el único, y sin rival alguno, Señor de nuestra vida.

“Es necesario que Él reine hasta que haya puesto a todos sus enemigos como estrado de sus pies” (I Cor 15,25). Esta lucha entre nuestro Rey y sus enemigos, que no son otros que los de nuestra alma, es nítida desde un primer momento en nuestra vida. Somos nosotros los que tenemos que elegir con quién aliarnos y por quién tomamos partido. Deberíamos dar por descontado el decir “Yo soy de Cristo”, pero este señorío que fácilmente reconocemos de palabra, profesándolo con convicción, desaparece en la concreción de nuestra existencia, sirviendo a otros señores. “Nadie puede servir a dos señores, porque servirá a uno y despreciará al otro, o porque odiará a uno y amará al otro. No podéis servir a Dios y a la riqueza”, nos recuerda el Señor; entendiendo por riqueza todo aquello que alimenta a nuestro ego y lo induce a prescindir de Dios, viviendo de los propios recursos.

C:\Users\FRANSESC\Desktop\imagesBMRT67KZ.jpgTodos conocemos esta dificultad, esta lucha cotidiana por poner a Cristo en el centro. El evangelio de hoy nos ofrece una indicación preciosa para salir victoriosos: poner en el centro al pobre, hacer de los pobres nuestros señores, como nos recuerda San Vicente de Paul: “Todos aquellos que en la vida amarán a los pobre no tendrán ningún miedo de la muerte. Sirvamos con renovado amor a los pobres y busquemos a los más abandonados. Ellos son nuestros señores y amos.” He aquí un modo concreto, verificable, y seguro pues, para hacer de Cristo el único Señor de nuestra vida: socorrer a Cristo en el pobre, consolarle, curarle, usar misericordia con él. En una palabra, la regla de oro que él mismo nos ha entregado: “Cuanto queréis que los hombres os hagan, hacedlo también vosotros a ellos”.

C:\Users\FRANSESC\Desktop\imagesYIPXBX9U.jpgDecía al inicio que todos buscamos de una u otra manera, explicita o no, un Rey. El camino que Jesucristo nos indica es darnos a los demás, en el nombre de Cristo, es decir en el espíritu de servicio y sumisión que Él mismo ha vivido y que él mismo nos indica, hasta “que todo se le someta, y el mismo, el Hijo, se someta a Aquel que le ha sometido todo a fin de que Dios sea todo en todos”. 

Finalmente, el último enemigo a ser sometido será la muerte. El miedo a la muerte, el gran temor que acompaña a nuestra vida desde que nacemos, aquella inseguridad existencial que nos empuja a buscar un Rey, el enemigo por excelencia, también será vencido, en la medida en que nos someteremos a Cristo, haciendo de Él nuestro Señor y dejándonos conducir en la plena sumisión al Padre. Es por eso que San Vicente, sabio en la sabiduría de su santidad, nos asegura: “Todos aquellos que amarán a los pobres en vida, no tendrán ningún miedo a la muerte”. 

Fr. Tomás M. Sanguinetti

Semana del 23 al 29 de noviembre.


Dena

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 20:00 horas.

Lunes: Por Juan Pérez Domínguez, esposa Parisina e hija Maruja. Andrés Cacabelos Padín y esposa Minia. A las 20:30 Reunión del Grupo Sinodal.
Martes: Por Manuel Valladares Fernández y sus padres. José Basdedios Sixto y Luisa García.
Miércoles: Por Juana Míguez Torres, hijas Julia, Justa y difuntos de la familia. Camilo Rodríguez Vilas y su padre Jesús.
Jueves: Manuel Valladares Rial, madre y Carmen Gondar Vieites. Cándida Pérez Vilar y esposo Manuel Outón Torres.
Viernes: Por Chicho do Forcado y su hijo José Manuel.
Sábado: Por Alejandro Otero Torres y difuntos de la familia. Manuel Padín Parada y difuntos de la familia. Juan Vázquez Meis, padres y hermanos. Carmen Bouzada Garrido y esposo Andrés.
Domingo: Primera a las 9:00 a las Ánimas a intención del Cepillo. Por Peregrina Seoane Domínguez y esposo. Segunda a las 12:30 por las intenciones de la Parroquia.

Villalonga

Intenciones de las Eucaristías. Por la semana a las 19:00 horas.

Miércoles día 25: A las 18:00 horas Acto funeral por los difuntos da Casa do Novello a intención de sus hijos.
Jueves día 26: Por Amancio Padín Castro, de Rouxique. A las 19:30 Reunión del grupo Sinodal.
Sábado día 28: Por Luis Ansorena y Lola Carballa Domínguez.

Domingo día 29: A las 10:30 Misa por Carmen González Buezas, da Bruñeira; Víctor Fernández, de Gondar y Rosa Salgueiro Torres. Segunda a las 11:30 por las intenciones de la Parroquia.

domingo, 15 de noviembre de 2015

Glosa Dominical


Reflexión a modo de notas hacia dónde nos orienta la liturgia del domingo
“Se alzará Miguel, el gran príncipe”
INVITADOS A PONER UN BROCHE DE ORO A NUESTRA VIDA
Este domingo es el último en el que leeremos el evangelio de San Marcos. El fragmento que hoy habla sobre la crisis y al mismo tiempo sobre la esperanza, no profetiza tanto sobre el fin del mundo como sobre el significado del mundo.
La primera verdad es que el mundo es frágil: “en aquellos días el sol se oscurecerá, la luna no reflejará ya su luz, las estrellas caerán del cielo”.  Y no sólo el sol, la luna y las estrellas sino también las instituciones, la sociedad, la economía, la familia y nuestra misma vida son muy frágiles.
Pero la segunda verdad es que cada día hay un mundo que muere, pero cada día hay un mundo que nace. Caen muchos puntos de referencia, viejas cosas son quebradas y fracturadas: costumbres, lenguajes, comportamientos, pero hay también aromas de nuevas primaveras. La esperanza tiene la imagen de las primeras hojitas de higuera: “Aprended de la higuera, cuando brotan las hojas, sabed que el verano está cerca”.
En medio de la fragilidad dramática de la historia podemos intuir cómo salir de la oscuridad de la noche a la luz, tal como sucede en los dolores del parto, como en el paso de la primavera al verano. Bien venidas las sorpresas de la primavera que desmantelan todo aquello que merece ser borrado.¡Cuánto morir para que la vida nazca! decía el sacerdote rosminiano y poeta Clemente Rébora (1885-1957) “Sia´m la mort una major naixença” (Séame la muerte un nacimiento en grande.) afirmaba en su Canto Espiritual nuestro gran poeta Joan Maragall. Pero después se trata de reconstruir basándonos en dos puntos fuertes. 
El juicio final (Capilla Sixtina)
 El primero: “cuando veáis estas cosas sabed que Él está cerca, que el Señor viene”. Nuestra fuerza es que "Dios no ha cerrado su corazón y su camino pasa todavía por  nuestro mar de Éxodo, inquieto mar, mar profundo, aunque no vemos sus pasos. (Salmo 77,20).     De nosotros se espera que secundemos su creación. Como un barco que no se angustia por la ruta porque tiene a su favor el viento de la vida.
El segundo  es nuestra propia fragilidad. Debido a su fragilidad, el hombre busca apoyo, busca vínculos y amor. Somos tan frágiles que necesitamos del otro. Y es apoyando una fragilidad sobre otra cómo sostenemos al mundo.
Dios está dentro de nuestra búsqueda de apoyos, se hace presente a través de las personas que amamos. "Toda carne está empapada de alma y húmeda de Dios"  afirmaba  el gran intelectual cristiano  Jean Bastaire (1927-2013).  Nuestras familias  y amigos son el lenguaje de Dios, la catequesis diaria, el toque de su presencia y sacramento de su gracia.
El profeta Daniel amplía la visión: "Los justos, sabios y santos (los doctos) brillarán como el fulgor del firmamento, y los que enseñaron a la multitud la justicia, como las estrellas, por toda la eternidad.”  Junto a mí, detrás de mí, desde mil lugares suben a la casa de la luz.  Son todos aquellos que me inducen, que me arrastran, a mí y a todo el mundo,  para sea más justo, más libre y santo.
Ellos son como las estrellas, muchos. Nos fijamos en ellos para no perder las oportunidades de nuestro tiempo. Para que no se disipe el tesoro de bondad de nuestro tiempo; el tesoro que germina y brota, como las hojas de la primavera, en cada uno de nuestros hogares.
Estamos en el último domingo del año litúrgico antes de la fiesta de Cristo Rey. Toda la liturgia de hoy nos propone una reflexión de la que os propongo  tres pistas:
1. Todos estamos esperando el cumplimiento de una meta. Toda nuestra vida se encuentra en espera de plenitud. Es por ello que muchas veces nunca estamos contentos del todo  con lo que somos, nos gustaría algo más y mejor.
Nuestro objetivo debe ser el poner un broche de oro, un final digno a nuestra vida, un significado más preciso. Y para ello ¡cuántos golpes y cuántas veces experimentamos la oscuridad dentro de nosotros! Pero llegará un día en que podremos ver al Hijo del Hombre venir sobre las nubes con gran poder y gloria.
2. Es en medio a las dificultades de la vida cuando soñamos con un mundo futuro diferente. Hay muchos signos que nos rodean y que nos invitan a disfrutar de la vida porque esta es hermosa. Pero eso no lo podemos gustar de inmediato, podemos vivirlo únicamente como una esperanza futura. Jesús no vendrá  tanto para juzgar negativamente a las personas como   para salvar a sus escogidos, a mostrarnos un camino verdadero que  sin embargo no acabaremos de recorrer totalmente en esta vida.
3. Finalmente pienso en  la cantidad de palabras que desperdiciamos en vano. Palabras que duelen, que son duras como una piedra, o tal vez  palabras que pronunciamos sin pensar. Sólo la Palabra de Jesús da sentido a nuestra vida, a nuestro crecimiento, ya que nos da la vida eterna, una palabra que nunca se apaga.
Es por ello que todos los días estamos llamados a meditar sobre el evangelio. De esta manera aprenderemos a utilizar menos palabras, para poner en el centro a la Palabra. Que el Señor pueda siempre iluminar nuestra vida para hacernos disfrutar de la riqueza de estar aquí, para vivir una vida completa al máximo, con la mirada puesta en la eternidad de allí que nos espera. Os deseo un buen domingo

Fr. Tomás M. Sanguinetti

Semana del 16 al 22 de noviembre.


Dena

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 20:00 horas.

Lunes: Por Ángel Dopazo Castro y esposa Dolores. José Castro Minguillo, padres y hermanos. A las 20:30 Grupo sinodal.
Martes: Por José Da Silva Gaspar y su madre. Pilar Martínez García, hija y padre.
Miércoles: Por José Manuel Dadín Salgueiro y Obligaciones del Celebrante.
Jueves: A la Virgen del Carmen a intención de una devota. A la Virgen de la Lanzada a intención de una devota.
Viernes: A San Roque a intención de una devota. Por Manuel Vázquez Carneiro y Mercedes Viñas Naveiro. A las 21:00 reunión de Catequistas en Castrelo.
Sábado: Por José Manuel Suárez Abuín; Amparo Ares Regueiro; Horacio Cacabelos Rey, madre y difuntos de la familia.
Domingo: Primera a las 9:00 por Florencio Melón Forte, hijo Florencio, padres y suegros. Segunda a las 12:30 por las intenciones de la Parroquia y Diego Dominguez Blanco.

Villalonga

Intenciones de las Eucaristías. Por la semana a las 19:00 horas.

Martes día 17: Por Eugenio Otero Leiro.
Jueves día 19: Reunión del Grupo Sinodal a las 19:00 horas.
Viernes día 20: A las 21:00 horas Escuela de Catequistas en Castrelo, Colegio de los Salesianos.
Sábado día 21: A las 10:30 primer Aniversario de Chicho de Electro Villalonga. A las 19:00 Misa Por Arturo Garrido Oubiña, de Peai; Tito Outón Torres; María Esther Méndez Afonso; José García Lores, da Tomada; Guillermo Fernández Argibay; Carmen Fernández Otero, da Salgueira.

Domingo día 22: Primera a las 10:30, por María Esther Lores Blanco, de Piñeiros. Segunda a las 11:30 por las intenciones de la Parroquia.

domingo, 8 de noviembre de 2015

Glosa domincal

Publicamos el comentario sobre la liturgia dominical que el Papa Benedicto XVI, realizó el 11 de noviembre de 2012 en el rezo del Angelus.



La Liturgia de la Palabra de este domingo nos ofrece como modelos de fe las figuras de dos viudas. Nos las presenta en paralelo: una en el Primer Libro de los Reyes (17, 10-16), la otra en el Evangelio de San Marcos (12, 41-44). Ambas mujeres son muy pobres, y precisamente en tal condición demuestran una gran fe en Dios. La primera aparece en el ciclo de los relatos sobre el profeta Elías, quien, durante un tiempo de carestía, recibe del Señor la orden de ir a la zona de Sidón, por lo tanto fuera de Israel, en territorio pagano. Allí encuentra a esta viuda y le pide agua para beber y un poco de pan. La mujer objeta que sólo le queda un puñado de harina y unas gotas de aceite, pero, puesto que el profeta insiste y le promete que, si le escucha, no faltarán harina y aceite, accede y se ve recompensada. A la segunda viuda, la del Evangelio, la distingue Jesús en el templo de Jerusalén, precisamente junto al tesoro, donde la gente depositaba las ofrendas. Jesús ve que esta mujer pone dos moneditas en el tesoro; entonces llama a los discípulos y explica que su óbolo es más grande que el de los ricos, porque, mientras que estos dan de lo que les sobra, la viuda dio «todo lo que tenía para vivir» (Mc 12, 44).

De estos dos episodios bíblicos, sabiamente situados en paralelo, se puede sacar una preciosa enseñanza sobre la fe, que se presenta como la actitud interior de quien construye la propia vida en Dios, sobre su Palabra, y confía totalmente en Él. La condición de viuda, en la antigüedad, constituía de por sí una condición de grave necesidad. Por ello, en la Biblia, las viudas y los huérfanos son personas que Dios cuida de forma especial: han perdido el apoyo terreno, pero Dios sigue siendo su Esposo, su Padre. Sin embargo, la Escritura dice que la condición objetiva de necesidad, en este caso el hecho de ser viuda, no es suficiente: Dios pide siempre nuestra libre adhesión de fe, que se expresa en el amor a Él y al prójimo. Nadie es tan pobre que no pueda dar algo. Y, en efecto, nuestras viudas de hoy demuestran su fe realizando un gesto de caridad: una hacia el profeta y la otra dando una limosna. De este modo demuestran la unidad inseparable entre fe y caridad, así como entre el amor a Dios y el amor al prójimo —como nos recordaba el Evangelio el domingo pasado—. El Papa san León Magno, cuya memoria celebramos ayer, afirma: «Sobre la balanza de la justicia divina no se pesa la cantidad de los dones, sino el peso de los corazones. La viuda del Evangelio depositó en el tesoro del templo dos monedas de poco valor y superó los dones de todos los ricos. Ningún gesto de bondad carece de sentido delante de Dios, ninguna misericordia permanece sin fruto» (Sermo de jejunio dec. mens., 90, 3).

La Virgen María es ejemplo perfecto de quien se entrega totalmente confiando en Dios. Con esta fe ella dijo su «Heme aquí» al Ángel y acogió la voluntad del Señor. Que María nos ayude también a cada uno de nosotros,  a reforzar la confianza en Dios y en su Palabra.

Semana del 9 al 15 de noviembre.


Dena

Intenciones de las Eucaristías. Durante la semana a las 20:00 horas. De lunes a viernes continuamos con la Novena a las benditas Ánimas. A las 19:45 Rosario, Novena y Misa.

Lunes: A las 20:30 Reunión del Grupo Sinodal.
Viernes: A las 20:30 Reunión de Catequistas.
Sábado: A las 10:30 Celebramos el Acto General de difuntos. A las 10:00 comienzan las confesiones. A las 20:00 horas Misa por Lolita Camaño y difuntos de la familia; Justa Méndez Torres y esposo José; José Fariña Serén, esposa Carmen, difuntos de la familia y María Penas Barral.
Domingo: Primera a las 9:00 horas. Por las intenciones de la Parroquia. Segunda a las 12:30 por Teodoro Padín González, hija Maricarmen y sus padres Juan y Carmen. Carlos Pérez Torres, esposa Felisa Outeda y nieta Maripaz.

Villalonga

Intenciones de las Eucaristías. A las 19:00 hora durante la semana.

Martes día 10: Por Carmen Agraso Ramos, esposo, hijo y difuntos de la familia; da Touticeira; Antonio Portela, Damián Dorado; Diego Calvo Estévez, Demetrio y Rosa, de Rouxique; Dionisio Vázquez Camiña y sus padres y Elisa Méndez Touriño, da Buñeira.
Jueves día 12: A las 19:00 horas Reunión del Grupo sinodal.
Viernes día 13: A las 18:00 primer Aniversario de Alfonso Martínez Varela.
Sábado día 14: Por Dolores Valladares Lores; Vidalina Prieto Carballa y sus padres; Rosa Soutullo Buezas y sus padres, da Costiña; Juan Camiña Lamelas, da Bruñeira; Carmen Rey Otero y Manuel Aragunde Vieitez y sus padres, de Rouxique.

Domingo día 15: Primera a las 10:30 a la Virgen del Carmen a intención de Lucía y por Aurora Fernández Leiro, de Rouxique. Segunda a las 11:30 por las intenciones de la Parroquia.

domingo, 1 de noviembre de 2015

Glosa dominical

Reflexión a modo de notas hacia dónde nos orienta la liturgia del domingo
TESTIGOS DE JESÚS RESUCITADO
En la solemnidad de “Todos los Santos” que precede a la conmemoración de los Fieles Difuntos, la Iglesia quiere presentarnos aquello que será nuestro verdadero mañana. Todos sabemos que esta vida es una breve peregrinación que Dios Padre al crearnos ha pensado para nosotros, para que lleguemos a la felicidad eterna con Él. Tal cual. Es así como el apóstol Juan describe el día después de la eternidad:
“Después miré y había una muchedumbre inmensa, que nadie podría contar, de toda nación, razas, pueblos y lenguas, de pie delante del trono y el Cordero, vestidos con vestiduras blancas y con palmas en sus manos. Yo le respondí: «Señor mío, tú lo sabrás.» Me respondió: «Esos son los que vienen de la gran tribulación; han lavado sus vestiduras y las han blanqueado con la sangre del Cordero. Por esto están delante del trono de Dios, dándole culto día y noche en su Santuario; y el que está sentado en el trono extenderá su tienda sobre ellos. Ya no tendrán hambre ni sed; ya nos les molestará el sol ni bochorno alguno. Porque el Cordero que está en medio del trono los apacentará y los guiará a los manantiales de las aguas de la vida. Y Dios enjugará toda lágrima de sus ojos.»
¿Estaremos nosotros entre aquella muchedumbre? Es la pregunta que ha de acompañarnos en la vida de cada día, porque el hecho de no estar querrá decir que nos hemos equivocado del todo en la vida, caminando en la dirección equivocada.
Observando cómo muchos viven la vida, sin un pensamiento o sin un objetivo de santidad, nos quedamos estupefactos y parece imposible tamaña irreflexión. ¡Resulta tan raro admirar los trazos de la santidad o al menos la tensión hacia la santidad, en la gente que nos rodea como si esta fuese el privilegio de algunos y no la vocación de todos!
C:\Users\FRANSESC\Desktop\Todos los Santos juvenil.jpg
Sin embargo la palabra Santo debería acompañar siempre a la palabra cristiano. ¿Nos preguntamos quién se dirigirá hacia la patria eterna del cielo? Es una pregunta que surge especialmente al comparar la gran dificultad que tenemos en trasplantar lo divino en cada uno, que en nosotros se llama santidad.
Querríamos ser humildes y nos damos cuenta de que tantas de nuestras actitudes están empapadas de soberbia. Querríamos ser pobres en el espíritu para llenarnos el corazón de amor, y nos encontramos con las manos sucias de tantas cosas a las que estamos apegados hasta convertirnos en cerrados hacia la más elemental generosidad que nos enseña a librarnos de nosotros mismos y abrirnos a la luz y a la caridad. Querríamos tener en el corazón a todos, sobre todo a los que sufren y son pobres, y a veces somos insensibles y distraídos hacia nuestros mismos familiares más queridos y allegados, malos con los vecinos, prepotentes con nuestros compañeros, capaces únicamente de optar por la comodidad que lleva a la indiferencia.
Impresiona ver a tantos, y demasiados jóvenes, quemar cotidianamente la vida, como una hoguera de las vanidades, que reclaman disfrutar hoy. Desearíamos gritar contra todo aquello que nos es ofrecido como alternativa al Cielo: un puñado de ilusiones, que son moda, y aquel desprecio del gran bien que es la vida vivida santamente.
¿Pero quién en esta vida ha sabido apoderarse de la felicidad? ¿Quiénes son los santos? Oigamos las palabras del papa Francisco, siempre profundas, directas y atractivas:
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"Los santos no nacen perfectos: al igual que nosotros, como todos nosotros, son personas que antes de llegar a la gloria del cielo han vivido una vida normal, con alegrías y tristezas, luchas y esperanzas". La diferencia con el resto de la humanidad es que "cuando se dieron cuenta del amor de Dios, lo siguieron incondicionalmente, sin componendas ni hipocresía, sino que pasaron su vida en el servicio a los demás, soportaron el sufrimiento y la adversidad sin odio y respondieron al mal con el bien y la alegría, y derrochando paz.  Los santos son hombres y mujeres que tienen alegría en su corazón y se la transmiten a los demás.
Preguntamos: ¿Pero la santidad es accesible a todos o sólo una elección heroica de alguien que Dios favorece en particular? ¡Como si ante  el Padre no fuésemos igualmente amados y llamados a la felicidad! Es un pensamiento absurdo pero rentable, sobre todo en estos días.
Sin embargo son esclarecedoras las palabras de Francisco. Ser santo no es un privilegio de unos pocos, es una vocación para todos. Todos estamos llamados a recorrer el camino de la santidad y esta calle tiene un nombre y un rostro, el rostro de Jesús, el Señor. Él en el Evangelio nos muestra el camino: el de las bienaventuranzas. El Reino de los Cielos, de hecho, es para aquellos que no ponen su seguridad en las cosas, sino en el amor de Dios; para aquellos que tienen un corazón sencillo y humilde: no presumir de ser justo y no juzgar a los demás; para los que saben cómo sufrir con los que sufren y se alegran con los que se gozan; para aquellos que no son violentos, sino misericordiosos tratando de ser constructores de la reconciliación y la paz".
Es demasiado precioso el don de la vida, este regalo incomparable del Padre, que ya podemos gustar aquí, si somos realmente sabios y prudentes, como las vírgenes del Evangelio. En esta existencia podemos hacer un maravilloso bordado de penurias y alegrías, compromisos y entretenimientos, amor y  amistad, entrelazados armoniosamente  con la debilidad y el perdón, como los colores del arco iris. La sabiduría del Evangelio es la manera de alcanzar esos propósitos.
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También en estas fechas conmemoramos a nuestros difuntos, por lo que las visitas al cementerio nos ayudan a reflexionar sobre el verdadero sentido de nuestra vida. Estas tumbas nos hablan del gran misterio de la muerte, pero también, si tenemos fe, de una nueva vida después de la muerte. No es posible que todo termine allí, bajo un puñado de tierra, como si nunca hubieran existido. ¿Cómo es posible que el gran afecto que nos une en la vida, conozca su fin? Si hay un bien mayor, que siempre sobrevive, es el amor: tanto es así que al  visitar sus tumbas sentimos la alegría y el deber de orar por ellos. ¡Habla con ellos, para hacer algo por aliviar el posible sufrimiento de purificación, que todavía tienen que aceptar. Muchos tienen la oportunidad de ser generosos en sus ofrendas a los pobres o para ofrecer misas por todos. Ejemplos que afirman la certeza profunda de que nuestra vida sigue. Después de todo, esperamos, queremos estar. Todos podemos formar parte de esa gran multitud que nadie puede contar. La única condición es vivir la vida según Dios y no según el mundo.
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En una de las últimas catequesis, Francisco ha mostrado lo que significa vivir según Dios: estar en espera. Pero ¿de quién? Del regreso de Jesús.  Debemos preguntarnos, sin embargo, con gran sinceridad, si somos realmente testigos luminosos y creíbles de esta esperanza. Nuestras comunidades, ¿siguen viviendo bajo el signo de la presencia del Señor Jesús y de la cálida espera de su venida, o parecen cansadas, entumecidas, bajo el peso de la fatiga y la resignación? También nosotros corremos el riesgo de quedarnos sin el aceite de la fe y el óleo de la alegría. Tengamos cuidado y estemos alerta.
 
Invoquemos a la Virgen María, Madre de la esperanza y Reina de los Cielos, para que siempre mantengamos una actitud de escucha y espera, impregnada del amor de Cristo y podamos gozar un día de la dicha sin fin, en total comunión con Dios. Y no olvidemos que de este modo “estaremos siempre con el Señor." Repitámoslo a menudo. Visto pues de esa manera, lo que nos debe importar es ser verdaderos cristianos, cristianos santos.  
Fr. Tomás M. Sanguinetti